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Jóvenes: Los retos que enfrentamos y la rigidez de la oferta formativa.

FDR Presidential Library & Museum. Trainees Evelyn and Lillian Buxkeurple are shown working on a practice bomb. After approximately eight weeks of apprenticeship they will be eligible for Civil Service work in the Assembly and Repair Department at the base. August 1942. Under Creative Commons license

Juventud y futuro

A pesar de todos los inconvenientes, de todas nuestras preocupaciones y temores, y a la espera de que el tiempo nos permita valorar el impacto de la pandemia, existen muchos factores en los que hemos mejorado enormemente.

Pero, claro, hay algunos ámbitos en los que la cosa no ha sido así o en los que aún enfrentamos retos inaplazables. Para mí la emergencia ecológica, nuestro particular camino hacia la extinción, es el principal y más grave problema al que hacer frente. Pero hay muchos otros, todos interconectados: la desigualdad, la polarización de la sociedad, la ruptura de la idea de solidaridad internacional…

En el ámbito del empleo hay muchas cuestiones que no han ido a mejor. La temporalidad y sus consecuencias, por ejemplo. También es cierto que otras sí han mejorado. La tasa de empleo podría ser el ejemplo en ese caso. Incluso hay ideas que han costado mucho tiempo (la conciliación) y que han dado pasos concretos en términos legislativos, aunque aún quede mucho por conseguir.

Con avances y retrocesos, el empleo, el trabajo, ha cambiado su significado y no juega el mismo papel que jugaba hace unas décadas. Y esto es también una muestra clara del cambio que hemos vivido como sociedad.

Desde finales de la segunda guerra mundial hasta hace unas décadas, trabajar permitía tener un proyecto de vida. Con un mínimo de empleabilidad, con un empleo o una profesión, una persona podía labrarse un futuro más o menos acorde con sus objetivos en la vida.

Trabajando, las generaciones precedentes pudieron tener hijos, comprar una casa, enviar a sus hijos a la universidad o ayudar a su familia. Tuvieron la oportunidad de tener un proyecto vital.

Juventud y empleo

Hoy en día, a pesar de habernos convertido en sujetos del rendimiento, no podemos esperar eso del trabajo. Los jóvenes enfrentan su futuro desde una absoluta incertidumbre. El mercado laboral puede no responderles y las fuentes de ingresos al margen del empleo (IMV, finanzas) no son a día de hoy una alternativa sobre la que hacer girar un proyecto vital. Junto a esto, existen un buen número de inconvenientes difíciles de superar: el precio de la vivienda, el acceso a determinados bienes…

Así que, con todo, la juventud enfrenta un futuro realmente complicado y sobre todo incierto. De hecho para la OIT “la exclusión de los jóvenes del mercado laboral a consecuencia de la crisis Covid es uno de los mayores riesgos para nuestra sociedad”. Y es que en términos de empleo enfrentan una realidad que nunca había sido tan dura.

Las cifras son realmente terribles e inaceptables. Sobre todo si pensamos que llevamos años tratando de establecer puentes entre las personas más jóvenes y el mercado laboral (en España, prácticas, proyectos experienciales, contratos formativos y de aprendizaje, FP Dual…). Pero no parece que nada de esto haya sido efectivo. El desempleo sigue cebándose con las personas más jóvenes.

El papel de la formación

La formación ha sido una de las bazas más importantes que hemos jugado para combatir esta situación. Y así debe seguir siendo. Pero, quizás, uno de los errores haya estado en intentar conseguir una formación rigurosa y de calidad basada en el número de horas presenciales. Con ello hemos logrado mejorar mucho la formación y el valor social que tiene, por ejemplo, la Formación Profesional. Pero también hemos construido una oferta que sigue, en muchos casos, alejada de la dinámica del mercado laboral y que exige dedicación plena y recursos. Así el número de jóvenes que estudian y trabajan es bajo y ha decrecido en el 2020.

Y es que todo lo que hemos hecho por poner en valor la FP u otros estudios hace completamente imposible que una persona joven estudie y trabaje. Las horas presenciales se han convertido en insalvables. En realidad, los estamos alejando del mercado laboral planteándoles la dicotomía de formarse o trabajar.

Lo mismo sucede con los certificados de profesionalidad. Su rigidez no les permite adaptar contenidos y metodologías con un mínimo de rapidez en un mercado no solo dinámico, si no más bien inestable.

Siempre habrá formaciones que exijan una duración algo extensa, pero hay demasiados certificados de profesionalidad de más de cinco meses. Son propuestas muy difíciles para cualquier persona con cargas familiares o con una situación de mínima urgencia económica. Por cierto que lo que está sucediendo con algunos programas que calculan las becas sobre ingresos de más del 75% del Iprem cuando muchas prestaciones se calculan sobre el 80%, es para estudiar. Si tienes que sobrevivir con 430 € dificilmente le vas a añadir los costes de una formación que puede durar cuatro o cinco meses.

Estudiar y trabajar

Pero hablábamos de los jóvenes, que a veces también tienen cargas familiares y no pueden hacerles frente.

Decía que en esa falsa dicotomía entre formación y trabajo los alejamos del mercado laboral. Pensamos que hemos dado pasos adelante para acercarlos al empleo, pero quizá deberíamos replantearnos esta idea. Como decía, el número de jóvenes que estudia y trabaja es demasiado bajo, algo que era mucho más habitual cuando yo crecí. Es decir, el mundo es más flexible y cambiante, pero la formación y las propuestas de capacitación son más rígidas. En muchos lugares han enfrentado problemas parecidos y quizá podríamos aprender mucho para cambiar nuestra oferta.

O, sencillamente, cambiar de perspectiva y promulgar medidas que permitan que los jóvenes que estudian se mantengan en contacto con el mercado laboral. En Dinamarca (sí, siempre Dinamarca) su “Welfare” permite que los estudiantes de más de 18 años de nivel de bachillerato y de estudios superiores cobren una paga. Pero, eso sí, deben trabajar un mínimo de 10 horas semanales. Se premia a quien trabaja y estudia.

Otras cuestiones (pienso en la desaparición de la figura del aprendiz) han hecho mucho daño a las posibilidades que tienen los jóvenes de formarse y trabajar. Pero la rigidez de la formación que ofertamos es, en este momento, un factor determinante y algo a cambiar con urgencia. Debemos conseguir que las personas más jóvenes estudien y trabajen. Sí, como se hacía antes.

Buenas noticias para la orientación laboral

Photo by Danielle MacInnes on Unsplash

No es este un espacio que funcione al dictado de la actualidad. Más bien todo lo contrario. Como blog personal de carácter profesional su objetivo no es otro que tratar temas fundamentalmente relacionados con el empleo, el desarrollo profesional, el mercado de trabajo y la propia orientación.

Creo que es la primera vez que escribo con el único motivo de celebrar una notica de actualidad. De la temática propia del blog, pero de actualidad al fin y al cabo. La noticia no estará completa hasta que se publique el correspondiente Real Decreto en el BOE pero me ha parecido suficientemente excepcional como para hacerme eco de la misma: Trabajo destina 550 millones a orientación laboral y crea el Centro de Orientación, Emprendimiento e Innovación para el Empleo.

La noticia en sí misma, una reforma que concibe los servicios de orientación en red, es magnífica. Pero, claro, lo que me ha parecido extraordinario es la segunda parte, la creación de un organismo (diecisiete pues parece que se dejará a la voluntad de cada Comunidad Autónoma) centrado en promover la orientación laboral y el acompañamiento a personas. Es, creo yo, la primera vez que vemos una propuesta sólida en este sentido, más allá de anuncios de contratación. Una propuesta integradora que busca consolidar y mejorar la práctica de la orientación laboral en el marco de las políticas de empleo. Yo hasta diría que es la primera vez que se reconoce el papel clave de la orientación laboral, cuando menos en los términos que aquí se expresan. De la misma forma que es la primera vez que se establece el emprendimiento o la necesidad de innovación como figuras clave a la hora de lograr un mínimo de efectividad con las políticas activas de empleo.

Una alegría

Pero, con todo, no son estas cosas las que me han llevado a pensar en la propuesta como algo excepcional. En realidad ha sido la reacción de mis compañeras. Desde el equipo de trabajo colaborativo de Comunidad Orienta, hasta las más próximas a mi práctica habitual, pasando por aquellas con las que solo mantengo cierto contacto en la red, en todos los casos la reacción ha sido de gran alegría.

Es verdad que muchos/muchas compañeros/as sufren de una gran precariedad (que se proyecta en el servicio que prestamos, como no puede ser de otra manera) y solo el hecho de anunciar un intento de combatirla es ya una noticia insólita tras años de trabajo y lucha. Pero la alegría ha venido, sobre todo, por ver en la creación del Centro de Orientación, Emprendimiento e Innovación, un reconocimiento tácito al papel clave de la orientación profesional frente al tradicional trabajo administrativo y burocrático. La orientación y las propias políticas de empleo, no solo son importantes y precisan de reconocimiento y respaldo económico, también necesitan de formación, de saber hacer y de innovación constante.

Esto es solo el principio, es cierto. En realidad serán las Comunidades Autónomas quienes deberán operativizar esta propuesta. Esperamos que la recojan con cariño y con implicación, asumiendo la misma idea: la clave para mejorar lo que hacemos en las políticas activas de empleo pasa por la orientación laboral, por la gestión de los recursos desde la orientación y por la propuesta constante de innovación en esta práctica.

Algunos problemas

También es verdad que no todo son alegrías. Aún convivimos con muchos males. Hay demasiadas personas que todavía piensan en las políticas activas y en la orientación laboral en términos burocráticos y no de servicio. La justificación (de los propios programas, del dinero invertido o del propio puesto de alguien) parece a veces la protagonista en un contexto excesivamente rígido.

En nuestra práctica diaria hay muchas cosas a modificar. Así, a bote pronto, se me ocurren unas cuantas que en el día a día deberían modificarse: Redefinir en la práctica la mejora de empleo que, a pesar del aumento de las jornadas parciales no deseadas, no permite participar en actividades; Repensar en qué medida participar en un proyecto debe impedir hacerlo en otro; Definir de forma clara el papel de las empresas en las políticas activas y lograr su implicación en las mismas; De la misma forma, definir de manera clara los servicios que el Servicio Público de Empleo puede ofertar a quien quiere emprender; Ofertar formación básica y facilidades de acceso a competencias digitales, entre otras cosas porque les pedimos a las personas que las pongan en práctica; Y hay otras pero harían larga la lista.

Todas estas cosas ocurren en el marco de prácticas y formas de hacer que van a “piñón fijo”, impermeables a lo que sucede en nuestro entorno. Mientras, en ese entorno, contemplamos el éxito de prácticas innovadoras que de ninguna manera se incorporan al servicio público (quizá el ejemplo más evidente es el de las Lanzaderas de Empleo). Y, claro, resulta obvio que esto no puede seguir sucediendo. De ahí que la propuesta de innovación con la mención específica a buenas prácticas resulte especialmente motivadora.

Con todo es muy posible que algunas personas echen de menos cuestiones clave en la propuesta. Y creo que tendrán razón. Por lo que hemos visto no se mencionan las herramientas de perfilado, ni el papel específico de las empresas en las políticas activas. Tampoco la digitalización o ese siempre espinoso tema de la intermediación y el tratamiento de las ofertas de empleo. Esperemos que el desarrollo Del Real Decreto y el propio organismo a crear pueda completar aspectos como estos. Incluso que pueda contribuir a que gastemos el dinero que tenemos para combatir nuestro principal problema (Covid aparte), lo que no siempre sucede.

Acabe siendo así o no, el anuncio es un primer paso muy positivo. Una gran noticia que los que trabajamos en esto celebramos, no solo porque esperamos que contribuya en positivo a mejorar nuestra propia situación sino porque, obviamente, estamos convencidos de que servirá para mejorar la eficacia y la eficiencia de los servicios que prestamos y de las Políticas Activas de Empleo en general.

Burocracia Vs Orientación

Entre las consideraciones que se hacen sobre las políticas activas de empleo hace años que triunfan los discursos que ponen el foco en el control, la evaluación y también en la sanción de quienes participan (o no participan) de esas políticas. Pero nadie parece poner el foco en las personas mismas, en sus problemas reales. Y tampoco parece que se nos tengan muy en cuenta a quienes trabajamos con ellas directamente.

No pongo en duda el papel de la sanción cuando es realmente necesario. Pero en el escenario en el que nos movemos, de recursos escasos, no parece nuestro principal problema. Tenemos otros. Entre ellos el del peso de la burocracia que acaba por triunfar frente al carácter técnico y funcional que deberían tener las políticas activas de empleo. He aquí tres ejemplos que he vivido recientemente de cómo la burocracia vence sobre la orientación y las decisiones de las personas.

Ejemplo 1

Tras algunas entrevistas de orientación con una chica con mucho tiempo en situación de desempleo nos encontramos con la posibilidad de participar en dos recursos. Uno un programa de inserción de apoyo a la búsqueda de empleo. El otro una oportunidad formativa en el ámbito de las ventas en la que estaba muy interesada. El primero, el programa de inserción, empezó antes y a él nos sumamos. Unos meses después surgió la posibilidad de cursar la formación. El programa de inserción se había visto bastante afectado por la pandemia y las medidas de confinamiento por lo que la situación no había cambiado demasiado. El curso suponía la oportunidad de adquirir competencias profesionales, algo que necesita (aún hoy) como agua de mayo.

La cuestión es que, conjuntamente con el equipo técnico del programa, acordamos que lo más positivo para ella es que se incorporara al curso, donde había plazas suficientes y su participación era segura.

El proceso para hacer esto requería que ella misma solicitara su baja en el programa en el que participaba. Tras ello la asignación a la actividad formativa sería directa pues se contaba con vacantes suficientes. La chica cobra prestación así que debe contactar con su oficina de empleo para darse de baja en el programa y solicitar el curso del que hablamos. La respuesta: Si abandonas el programa te sancionamos.

Ejemplo 2

Tras una entrevista en el SPEG un chico deja solicitados un buen número de cursos (cada cual más dispar y desde mi punto de vista sin posibilidades reales de que mejoren sus empleabilidad). El caso es que, finalmente, le llaman para uno de esos cursos. Justo el que yo creo que menos le aportaría y que se celebra a muchos kilómetros de distancia de donde vive, concretamente en otra provincia de Galicia.

Desde el Servicio Público le dicen, en un primer momento, que debe ir pues lo ha solicitado. No es verdad y lo tranquilizamos. Pero no deja de ser habitual que a las personas se les recomienden actividades sin mucho sentido. También que las personas lo soliciten sin ningún tipo de asesoramiento. El resultado es que pasamos más tiempo con procesos de selección que acompañando a las personas.

En este sentido lo más curioso es cuando ponemos en marcha actividades formativas y no hay candidatos suficientes. Y no hablo de formación exigente. Recientemente, para un curso que no precisa ninguna titulación, hubo cuarenta candidatos en una ciudad con 23.000 personas en desempleo. Algo no funciona.

Ejemplo 3

Si estás en proceso de selección de dos actividades formativas iguales (o no, pero yo tengo en mente un par de situaciones en las que la actividad formativa era la misma) no puedes elegir según tus preferencias o posibilidades. El control dice que te tienes que quedar con la primera en la que te seleccionen. Así que, en cuanto te llaman, debes ir a dejar tu huella dactilar (una barbaridad como un piano que se ha asumido como normal) a riesgo de resultar sancionado/a.

Reconozco que esta situación es más difícil de regular. Una persona seleccionada en un curso no tiene garantías de que va a entrar en otro en el que aún está en proceso. Pero las cosas cambian si tenemos en cuenta más información. En el caso que tengo en mente hablamos de que la segunda actividad formativa tiene vacantes y que la propia entidad dice que no cubrirá suficientemente el curso. Si a ello añadimos que la persona tiene responsabilidades familiares que asume sola y que el segundo curso le queda a cinco minutos de casa mientras el primero le supone unos 45 minutos de desplazamiento a mayores del gasto pues, con todo eso, la cosa cambia.

Y cambia porque, creo, la burocracia y el control no deben impedir la flexibilidad necesaria para responder a situaciones de este tipo. Y para resultar más eficientes y eficaces. La administración y el control deben estar al servicio de los ciudadanos, de las personas. Ahí, de nuevo, la orientación laboral puede y debe jugar un papel clave en las políticas de empleo. Déjennoslo jugar.