Arquivos da etiqueta: Formación

Atracción del talento, inmigración y desempleo.

Migrant women are instructed in rug-making. Shafter camp for migrants. California. 1938. The New York Public Library. Digital Collections

En España y en casi todos los países, la inmigración es siempre polémica y, en mi opinión, suele tratarse con bastante hipocresía. Eso en el mejor de los casos. En el peor, las consideraciones políticas destapan nuestros instintos más primarios y, por qué no decirlo, mezquinos.

Las migraciones forman parte de la humanidad en si misma. No solo son un fenómeno que nos caracteriza como especie sino que también están en el origen y el ocaso de imperios y países. Independientemente de nuestras consideraciones particulares las personas seguirán yendo de un lugar a otro, la mayoría por razones económicas, buscando una vida mejor. Y el sistema también encontrará siempre la forma de incorporar a las personas que necesita. Una especie de vaso comunicante que en todo momento ha funcionado y que no parece que nada pueda detenerlo.

En el caso español, además, el envejecimiento de la población (casi el 20% de la población tiene más de 65 años) hace imprescindible el concurso de personas extranjeras para mantener la prosperidad y eso que llamamos el estado de bienestar. En 30 años la población en edad de trabajar pasará del actual 65% al 50% con una de cada tres personas jubilada.

En un entrono así se calcula que España podrá necesitar unos siete millones de personas de otros países para compensar la pérdida de crecimiento demográfico. Hoy son cinco millones y medio los que viven en España, solo un 11,4% de la población total.

Los inmigrantes, por tanto, deberán jugar un papel aún mayor que el que juegan en la solución de algunos de nuestros grandes problemas como la despoblación, la imposibilidad de relevo generacional o el cuidado de personas. Y, claro, deberán aumentar su ya importante contribución a la Seguridad Social (10%).

Es decir, no solo precisamos más personas de otros países también precisamos que cuenten con el saber hacer necesario para poder trabajar. Y ahí es a donde quiero llegar en este escrito, a la necesidad de generar medidas específicas que permitan bajar las tasas de desempleo de la población extranjera. Medidas que, dicho sea de paso, tienen un retorno fiscal elevado dado que los inmigrantes aportaron más en impuestos y otras contribuciones públicas que lo que recibieron en protección social, salud y educación.

En estos momentos existen un buen número de propuestas en el ámbito de la atracción del talento internacional (aunque no siempre lo consigamos). Se busca con ello mitigar algunos de los problemas ya mencionados (la despoblación, por ejemplo) y otros de carácter más endémicos de la economía española, como su competitividad internacional.

Mientras, las medidas específicas para la formación e inserción laboral de las personas de otros países son, en mi opinión, más bien escasas. Es verdad que esto puede variar mucho de unos territorios a otros pero, en general, creo que vivimos en un entorno lleno de barreras (negativas de residencia, de arraigo, dificultades de homologación de títulos, imposibilidad de acceso a competencias clave y a otras formaciones…) y con pocas medidas específicas que faciliten la incorporación de los extranjeros a la actividad laboral.

En España la población activa de extranjeros la constituyen 3.124.900 personas de las que trabajan 2.445.600, una tasa de desempleo (21,74) bastante mayor que la de los españoles (13,47). Parece, por tanto, necesario diseñar y poner en marcha medidas específicas que tengan como objetivo bajar esta tasa de desempleo.

Como decía, es verdad que hay algunas medidas y que muchas entidades del tercer sector participan de fondos europeos que les permiten poner en marcha programas de formación, inserción, intermediación y orientación destinados específicamente a población inmigrante, pero estas cifras demuestran que son claramente insuficientes.

Jóvenes: Los retos que enfrentamos y la rigidez de la oferta formativa.

FDR Presidential Library & Museum. Trainees Evelyn and Lillian Buxkeurple are shown working on a practice bomb. After approximately eight weeks of apprenticeship they will be eligible for Civil Service work in the Assembly and Repair Department at the base. August 1942. Under Creative Commons license

Juventud y futuro

A pesar de todos los inconvenientes, de todas nuestras preocupaciones y temores, y a la espera de que el tiempo nos permita valorar el impacto de la pandemia, existen muchos factores en los que hemos mejorado enormemente.

Pero, claro, hay algunos ámbitos en los que la cosa no ha sido así o en los que aún enfrentamos retos inaplazables. Para mí la emergencia ecológica, nuestro particular camino hacia la extinción, es el principal y más grave problema al que hacer frente. Pero hay muchos otros, todos interconectados: la desigualdad, la polarización de la sociedad, la ruptura de la idea de solidaridad internacional…

En el ámbito del empleo hay muchas cuestiones que no han ido a mejor. La temporalidad y sus consecuencias, por ejemplo. También es cierto que otras sí han mejorado. La tasa de empleo podría ser el ejemplo en ese caso. Incluso hay ideas que han costado mucho tiempo (la conciliación) y que han dado pasos concretos en términos legislativos, aunque aún quede mucho por conseguir.

Con avances y retrocesos, el empleo, el trabajo, ha cambiado su significado y no juega el mismo papel que jugaba hace unas décadas. Y esto es también una muestra clara del cambio que hemos vivido como sociedad.

Desde finales de la segunda guerra mundial hasta hace unas décadas, trabajar permitía tener un proyecto de vida. Con un mínimo de empleabilidad, con un empleo o una profesión, una persona podía labrarse un futuro más o menos acorde con sus objetivos en la vida.

Trabajando, las generaciones precedentes pudieron tener hijos, comprar una casa, enviar a sus hijos a la universidad o ayudar a su familia. Tuvieron la oportunidad de tener un proyecto vital.

Juventud y empleo

Hoy en día, a pesar de habernos convertido en sujetos del rendimiento, no podemos esperar eso del trabajo. Los jóvenes enfrentan su futuro desde una absoluta incertidumbre. El mercado laboral puede no responderles y las fuentes de ingresos al margen del empleo (IMV, finanzas) no son a día de hoy una alternativa sobre la que hacer girar un proyecto vital. Junto a esto, existen un buen número de inconvenientes difíciles de superar: el precio de la vivienda, el acceso a determinados bienes…

Así que, con todo, la juventud enfrenta un futuro realmente complicado y sobre todo incierto. De hecho para la OIT “la exclusión de los jóvenes del mercado laboral a consecuencia de la crisis Covid es uno de los mayores riesgos para nuestra sociedad”. Y es que en términos de empleo enfrentan una realidad que nunca había sido tan dura.

Las cifras son realmente terribles e inaceptables. Sobre todo si pensamos que llevamos años tratando de establecer puentes entre las personas más jóvenes y el mercado laboral (en España, prácticas, proyectos experienciales, contratos formativos y de aprendizaje, FP Dual…). Pero no parece que nada de esto haya sido efectivo. El desempleo sigue cebándose con las personas más jóvenes.

El papel de la formación

La formación ha sido una de las bazas más importantes que hemos jugado para combatir esta situación. Y así debe seguir siendo. Pero, quizás, uno de los errores haya estado en intentar conseguir una formación rigurosa y de calidad basada en el número de horas presenciales. Con ello hemos logrado mejorar mucho la formación y el valor social que tiene, por ejemplo, la Formación Profesional. Pero también hemos construido una oferta que sigue, en muchos casos, alejada de la dinámica del mercado laboral y que exige dedicación plena y recursos. Así el número de jóvenes que estudian y trabajan es bajo y ha decrecido en el 2020.

Y es que todo lo que hemos hecho por poner en valor la FP u otros estudios hace completamente imposible que una persona joven estudie y trabaje. Las horas presenciales se han convertido en insalvables. En realidad, los estamos alejando del mercado laboral planteándoles la dicotomía de formarse o trabajar.

Lo mismo sucede con los certificados de profesionalidad. Su rigidez no les permite adaptar contenidos y metodologías con un mínimo de rapidez en un mercado no solo dinámico, si no más bien inestable.

Siempre habrá formaciones que exijan una duración algo extensa, pero hay demasiados certificados de profesionalidad de más de cinco meses. Son propuestas muy difíciles para cualquier persona con cargas familiares o con una situación de mínima urgencia económica. Por cierto que lo que está sucediendo con algunos programas que calculan las becas sobre ingresos de más del 75% del Iprem cuando muchas prestaciones se calculan sobre el 80%, es para estudiar. Si tienes que sobrevivir con 430 € dificilmente le vas a añadir los costes de una formación que puede durar cuatro o cinco meses.

Estudiar y trabajar

Pero hablábamos de los jóvenes, que a veces también tienen cargas familiares y no pueden hacerles frente.

Decía que en esa falsa dicotomía entre formación y trabajo los alejamos del mercado laboral. Pensamos que hemos dado pasos adelante para acercarlos al empleo, pero quizá deberíamos replantearnos esta idea. Como decía, el número de jóvenes que estudia y trabaja es demasiado bajo, algo que era mucho más habitual cuando yo crecí. Es decir, el mundo es más flexible y cambiante, pero la formación y las propuestas de capacitación son más rígidas. En muchos lugares han enfrentado problemas parecidos y quizá podríamos aprender mucho para cambiar nuestra oferta.

O, sencillamente, cambiar de perspectiva y promulgar medidas que permitan que los jóvenes que estudian se mantengan en contacto con el mercado laboral. En Dinamarca (sí, siempre Dinamarca) su “Welfare” permite que los estudiantes de más de 18 años de nivel de bachillerato y de estudios superiores cobren una paga. Pero, eso sí, deben trabajar un mínimo de 10 horas semanales. Se premia a quien trabaja y estudia.

Otras cuestiones (pienso en la desaparición de la figura del aprendiz) han hecho mucho daño a las posibilidades que tienen los jóvenes de formarse y trabajar. Pero la rigidez de la formación que ofertamos es, en este momento, un factor determinante y algo a cambiar con urgencia. Debemos conseguir que las personas más jóvenes estudien y trabajen. Sí, como se hacía antes.

La formación si cuenta: Es clave

Libros

Antes de mis vacaciones veraniegas estuve conversando en la red sobre un tema para mi recurrente: el papel de los títulos y de la formación a la hora de conseguir un empleo. Y, la verdad, es un tema del que me encanta hablar. Me gusta dejar muy claro cuál es el papel de la formación y de las titulaciones frente a quienes parecen infravalorarlas.

En este caso la cuestión me surgió en una pregunta en Quora. Pero también coincidió con la apuesta de Linkedin para etiquetar los empleos con las competencias. Esta apuesta se ha concretado en lo que se conoce como Skills Genome y permite un análisis más detallado de la demanda laboral. La idea es contar con un banco de competencias que los empleadores añaden a las demandas laborales en Linkedin. Con esos datos, con esas competencias, Linkedin puede establecer con mayor concrección y dinamismo las demandas de “saber hacer” del mercado de trabajo. Y, además, puede hacerlo de forma predictiva, por territorio, por sectores…

No creo que a nadie se le escapen las posibilidades de una herramienta de este tipo. Las utilidades para, por ejemplo, predecir las demandas profesionales en un sector o en un territorio pueden permitir muchas planificaciones. Desde las que hacen los proveedores de formación para lograr una oferta más ajustada a la demanda, hasta las que pueden hacer las administraciones en la búsqueda de desarrollo económico y de empleo.

Formación y competencias

Pero el peso que las competencias van logrando en el mercado laboral no sustituye al papel que juega la formación superior y la Formación Profesional. Y el hecho de que a veces pueda parecer que determinadas competencias tienen más peso que una titulación no debería hacernos dudar sobre el papel de cada cosa.

Es imposible tener algunas competencias (técnicas específicas o transversales) sin contar con una formación previa. Además, muchas competencias no pueden adquirirse sin contar con un determinado nivel formativo. A mayor formación, más capacidad de adaptación. Y esta, la capacidad de adaptación, es de las más demandadas en el mercado laboral tal y como vienen señalando distintos estudios e informes (por ejemplo el de Manpower de 2016 o el del año pasado del Sepe ).

Así que, aunque tengamos muy en cuenta las competencias, no olvidemos que estas van ligadas específicamente a la formación y a las titulaciones. Y así lo demuestra el mercado laboral.

Formación y empleo

Se insiste en que el 30% de los universitarios no tiene empleo. Pero a mi me gusta señalar el otro lado de la estadística: el 70% si lo tiene. Y este es uno de nuestros mejores datos en términos de empleo. De hecho los universitarios son los únicos con una tasa de desempleo por debajo del 10%. Es mucho más alta que la de otros países de nuestro entorno (el doble que la europea) pero, con todo, la más baja de todas.

El desempleo lo protagonizan las personas que tienen una formación menor de la media o una formación media no especializada (Bachillerato, por ejemplo). Aquí, en España, y en el resto de países. Aunque también podemos decirlo de otra manera. Las posibilidades de trabajar aumentan de forma exponencial en la medida que sube el nivel formativo. Estudiar, formarse, es lo mejor que podemos hacer para contar con opciones de empleo:

TASA DE EMPLEO SEGÚN NIVELES DE EDUCACIÓN.
2018. Elaboración propia con datos INE:. https://www.ine.es/jaxiT3/Datos.htm?t=10889

Esto es coherente con todas las predicciones que se habían hecho hasta ahora. La del Cedefop, la que yo suelo utilizar, hace años que anticipaba cómo el mercado laboral se iba haciendo más exigente y las profesiones de más baja cualificación iban ocupando un espacio menor en el mercado de trabajo. En muchos casos no se trata de que desaparezcan profesiones sino de que estas se hacen más complejas o exigentes en términos de cualificación. Hablando más claro, hace años ser camarero/a era mucho más fácil que ahora, exigía menos competencias.

Los datos actualizados siguen la misma linea. El mercado laboral exige cualificación. Y, añadiría, esa capacidad de adaptación que mencionaba antes, algo que da la formación. Nuevamente, a más formación mayor capacidad de adaptación.

Esa idea es la que permite entender con mayor facilidad por qué entre el 2007 y 2013, los años más negros para el empleo en España, más de la mitad de los trabajadores que no habían superado la educación primaria perdieron su empleo. En cambio el número de empleados con estudios superiores aumento en un 2%.

Además, con formación no solo el desempleo es más bajo y las tasas de ocupación más altas. También se encuentra empleo antes. Así lo demuestran los datos del empleo juvenil en todo el planeta. Los jóvenes, a más formación, menos tiempo inactivos

Fuente: OIT.

En conclusión, que nadie nos lleve a engaño, la educación y la formación son la clave para lograr empleo y desarrollo profesional. Y para poder tener una vida plena. No es una garantía, pero si una condición indispensable.