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Desempleo de larga duración

Desempleo de larga duraciónA finales de noviembre del año pasado tuve la oportunidad de participar en un foro sobre desempleo de larga duración. El objetivo era señalar lo que funciona y lo que no a la hora de enfrentar el principal problema que en este momento tenemos en las políticas activas de empleo.

Creo que no lo conseguimos. A pesar del esfuerzo y el compromiso de la organización, ( excelente el trabajo que aquí y en todos sus ámbitos realiza EAPN Galicia ) no lo conseguimos. Debíamos concretar qué funciona y qué deberíamos cambiar para responder con más eficacia a las personas que llevan más de un año en desempleo. Pero solo fue posible parcialmente. Por decirlo breve y educadamente, cuando participa la administración ( la de empleo y concretamente la de Galicia ) es realmente complicado sacar conclusiones. Parece que no se plantean nada distinto a dar preferencia a un colectivo concreto en las medidas que habitualmente ponen en marcha.

Muchas personas de las que participaron hicieron preguntas muy acertadas que creo siguen sin respuesta. Preguntas como: ¿ Conocemos quiénes son las personas paradas de larga duración ? ¿ Por qué no se trabaja de forma específica algunas de las situaciones ? ¿ Estas personas precisan de apoyo emocional desde las políticas de empleo o esto es solo una boutade ? ¿ Se comportan igual las mujeres que los hombres ante una situación de desempleo de larga duración ? ¿ Precisamos un programa específico para las mujeres desempleadas de larga duración ?

No puedo ni sé responder a todas las cuestiones que surgieron. Pero si me gustaría tratar de dar una respuesta a las planteadas como objetivo en el taller. Al fin y al cabo fue para lo que me invitaron a participar, para responder a tres cuestiones bien concretas:  señalar ideas o prácticas que están funcionando y otyras que no y, por último, identificar qué se puede hacer para mejorar en la lucha contra el desempleo de larga duración. Al final del texto añado la presentación que me servía de base pero que no llegué a utilizar.

Lo que funciona

Entre las medidas que están funcionando hay tres que resultan evidentes: La orientación y el apoyo individualizado, la generación de espacios para que las empresas conozcan a estas personas y la formación.

La orientación con su carga de apoyo emocional y sus posibilidades de diagnóstico parece fundamental para una propuesta posterior que pueda resultar mínimamente eficaz. Hace ya tiempo que nos lo recordaba la propia Comisaria Europea de Empleo Marianne Thyssen y puede verse como principio en cualquier programa o iniciativa. Mejor dicho, no conozco ninguna medida que prescinda de la orientación.

Lo mismo sucede con la formación. En muchos casos de desempleo de larga duración se hace imprescindible. Y cuanto más específica o adaptada a las personas y a las necesidades de empresas concretas, mejor.

Lo que no está funcionando

Las medidas generalistas a modo de grupo. Dar preferencia a las personas desempleadas de larga duración no funciona. Que un curso, un taller o un programa de contratación funcione con personas que solo comparten el hecho de llevar mucho tiempo en desempleo tiene más que ver con la fortuna que con la eficiencia técnica. No es más que otra muestra de esa práctica tan extendida de utilizar las medidas de mejora de la ocupabilidad como si fueran prestaciones.

Que no funcionan lo demuestran los números. Esto es lo que se está haciendo, dándoles preferencia en las actividades. Sin embargo, trimestre tras trimestre vamos consolidando un fenómeno que empieza a hacerse peligrosamente crónico.

Qué se puede hacer

Cambiar esto último y, claro, diseñar programas específicos de orientación y formación con la participación de las empresas con criterios sectoriales o territoriales. No es difícil y ni siquiera caro. Llega con enfocar y dotar de contenido a algunas de las medidas que ya se hacen, cuando menos en Galicia.

El problema del desempleo de larga duración no es exclusivo de nuestro país. Pero es aquí donde presenta las cifras más alarmantes, junto con Grecia. Y es aquí donde más lejos estamos de dar una respuesta adecuada, tal y como señalaba un reciente e imprescindible artículo del World Economic Forum sobre el tema. Ahí se dice que las políticas activas de empleo pueden y deben jugar un papel clave a la hora de reducir esas insoportables cifras. Pero también señalan que la mejor respuesta al desempleo de larga duración, la prevención, no es la adecuada en España. Para ellos aquí deberíamos empezar por el principio, por ofrecer atención personalizada a quien es más vulnerable. Textualmente: “Spain still needs to put in place very basic tools to offer personalised attention to the most vulnerable groups.”

Y parece que vamos a empezar a dar esa respuesta.  Algo tarde si pensamos que el Consejo Europeo hizo las recomendaciones oportunas sobre el tema en febrero y que hemos llegado a que más de la mitad del desempleo sea de larga duración ( 56% ). Pero siempre es una buena noticia. Especialmente si viene planteada en términos de apoyo individualizado, especializado y con ratios máximas.

La misma semana de nuestro taller el gobierno aprobaba un plan específico con su correspondiente partida económica. Se llama Programa de Acción Conjunta para Desempleados de Larga Duración y pretende llegar a un millón de personas hasta 2018. Personas desempleadas entre 30 y 54 años recibirán apoyo individualizado por parte de técnicos especializados que tendrán una ratio máxima de 120 personas. Esperemos que se haga bien y que sea solo el principio de muchas otras medidas que seguimos necesitando.

Otras, quizá más amplias y ambiciosas, como las que plantea Fedea también van en esta linea de tratamiento individualizado. La influyente fundación formada por investigadores y académicos del ámbito económico y social propuso en diciembre un buen número de medidas para reducir el desempleo de larga duración. Todas sus propuestas son concretas e inciden en cambios tan radicales como imprescindibles. Y, a lo que iba, siguen esta linea común de formación y tratamiento individualizado, siempre en un marco de compromisos establecidos y con consecuencias por incumplimientos. Para ellos la insuficiencia e ineficiencia de los Servicios Públicos de Empleo no es más que una muestra de sus debilidades estructurales a las que se suma la falta de coordinación con los servicios de las administraciones locales o con el tercer sector.

Con todo, no lo olvidemos nunca, detrás de las cifras hay personas. Personas que no conocemos. O, mejor dicho, que los Servicios Públicos de Empleo no conocen. Los que trabajamos en ellos si los conocemos. Los servicios de empleo de entidades como Cáritas ( servicios, por cierto, de mucho mérito, con resultados muy positivos no siempre valorados ni suficientemente conocidos) si los conocen. Y todos saben y sabemos que el desempleo de larga duración se ha convertido en nuestro principal problema. Un problema insoportable.

 

 

Contrato de formación y certificados de profesionalidad

ApprenticeshipsEn este año 2016 el uso del contrato de formación ha sufrido una drástica disminución. Un bajón que no sorprende. Incluso podríamos decir que era de esperar. Tal y como se ha publicado en distintas fuentes hay más de una razón que lo justifican.

No pretendo señalar todas esas razones ni hacer una valoración completa y profunda del contrato de formación. Solo quería referirme a algunos de los cambios experimentados en el mismo desde el año pasado. Y entre esos cambios, concretamente, al papel de los certificados de profesionalidad pues parece que se se han convertido en un condicionante demasiado rígido.

Creo que el contrato de formación tiene mucho que aportar al mercado laboral español. Pero en lo que refiere al aprendizaje profesional, a los puentes que debemos tender entre las empresas y las personas que se incorporan al trabajo, es momento de multiplicar alternativas. Es momento, o a mi me lo parece, de buscar más soluciones a nuestros problemas de cualificación.

De entre los programas de acceso al mercado de trabajo que conozco a mi me gusta el programa británico de Apprenticeships ( de ahí la imagen de la cabecera ). En especial porque implica a las empresas. Estas deben invertir en las personas (que cobran el salario mínimo que les corresponde) pero juegan un papel acreditador de la formación que, en términos generales, asume el gobierno. Algo similar pasa en Alemania. Las empresas se implican y se responsabilizan de todo lo relacionado con la formación de aprendices.

Es decir, las empresas son las verdaderas protagonistas, junto a las personas, erigiéndose en las entidades que refrendan el saber hacer aprendido. Y, al margen de que a mi me guste el modelo por estas y otras características, la cuestión es que da resultados. En seis años han creado casi tres millones de puestos para aprendices. Esto es lo que parece estar en tela de juicio con nuestra propuesta más conocida y usada, los contratos de formación.

Hasta el año pasado nos quejábamos de que las nuevas regulaciones del mismo lo habían convertido en un un claro elemento de precarización de los jóvenes en el mercado de trabajo. Y los resultados parecían confirmarlo. A veces de forma extrema.

Contratos de Formación 2014

 

 

 

 

El caso es que para solucionar esto el Ministerio de Trabajo preparó una respuesta contundente. Buscaron una mayor regulación del uso del contrato de formación. Para ello se centraron en conseguir el objetivo formativo. Trataron de acabar con la disparidad de contenidos o con que cualquier trabajador pudiera tutorizar.

Es decir, contra el extremo del vale todo con tal de que un menor de 30 años trabaje nos vamos al otro lado: nada que no esté en los certificados de profesionalidad podrá justificar un contrato de formación.

Pero, claro, las exigencias de los certificados de profesionalidad son altas. Se trata de herramientas muy rígidas con normativas y exigencias claras y de muy difícil cumplimiento para las empresas. Entre ellos la obligación de contar con un centro homologado.

Algunos de esos requisitos son muy difíciles de cumplir, incluso imposible en muchos casos. Hoy en Galicia es muy complicado generar un contrato de formación para incorporar (y formar) a una persona como camarera de pisos. No existe ningún centro homologado para dar esta formación. Y la respuesta que he escuchado es que esa opción no es necesaria en hostelería, algo que no deja de sorprenderme…

A mayores existe otro problema. Muchas veces el certificado de profesionalidad de aquello en lo que queremos formar no existe. Tenemos 583 certificados de profesionalidad (y 664 cualificaciones profesionales), pero, obviamente, esto  no cubre todo el espectro competencial del mercado laboral.

Y es que la formación, los certificados concretamente, llegan tarde. Han sido y son instrumentos necesarios para homogeneizar los contenidos y prácticas formativas y para evitar un escenario de “todo vale”. Pero deben utilizarse como tal, no como herramientas que encorseten las posibilidades de adaptación de los jóvenes al mercado de trabajo. Debemos multiplicar los puentes que establecemos entre las personas y el trabajo, no limitarlos.

Y es que… así nos va. No solo tenemos un desempleo juvenil altísimo, incluso frente a otros países de nuestro entorno que también sufren este fenómeno. Tampoco tenemos instrumentos efectivos en el mercado para solucionarlos.

Algunas cifras del desempleo juvenil en el mundo

Algunas cifras del desempleo juvenil en el mundo.

Como decía al principio, no quería repetir en este artículo lo que se ha venido diciendo en muchos otros durante los últimos meses. Y tampoco querría limitarme a señalar lo que no funciona. Todo lo contrario. Me gusta pensar en alternativas, más allá de las posibilidades de modificación en los mismos contratos de formación.

Así que prefiero acabar con una propuesta que siempre me ha gustado: la cartilla profesional. Es algo que existe, con distintas acepciones, en otros estados. Un ejemplo puede ser el de Brasil y su CTPS, la Carteira de Trabalho e Previdencia Social. En el marco de la UE, Alemania la ha utilizado en la construcción, cuando menos hace unos años.

De forma similar a otros países como el nuestro el mercado laboral germano se divide entre profesiones reguladas (precisan una titulación obligatoria como podría ser abogado) y profesiones no reguladas. En estas últimas la titulación es, obviamente, de utilidad pero no es obligatorio tenerla en su totalidad. En esta área se encontrarían lo que en España conocemos como oficios. Por ejemplo, el de pintor. Alemania, como el resto de países europeos se ha embarcado en diferentes procesos para establecer un marco de competencias que, posteriormente, pueda ser homologable o equiparable al EQF, el marco Europeo de las cualificaciones. Pues bien uno puede formarse como pintor en Alemania. Pero también puede ir aprendiendo el oficio.

Implementar la cartilla profesional sería una medida muy barata que solucionaría varios problemas. El primero, el de la participación de las empresas y la validez (el valor) que las mismas le dan a la formación. El segundo el de incrementar las opciones que las personas tienen de mostrar lo que saben hacer. Especialmente, las personas más jóvenes y las menos cualificadas en las estructuras formales.

Y aquí lo dejo. Desde mi punto de vista hay opciones por explorar. Yo espero seguir hablando de las que aporta esta idea de la cartilla profesional.

 

CTPS

CTPS

 

Cómo enfrentar la demanda de polivalencia: MacGyver o El Señor Lobo

La polivalencia es un término tradicional en el mercado de trabajo, con mucha carga emocional y muchos posicionamientos al respecto. Recuerdo que hace años, cuando trataba el tema en alguna actividad de formación, debía tener mucho cuidado de no herir sensibilidades pues para muchos trabajadores polivalencia era sinónimo de despidos.

La polivalencia, aunque existían menciones anteriores, entra en el ordenamento jurídico laboral español en el año 1994, cuando el Estatuto de los trabajadores permite que se pacte una “polivalencia funcional” o “la realización de funciones propias de dos o más categorías, grupos o niveles”.

Con la polivalencia en la proa, organizaciones como Renfe abanderaron una eliminación de personal que supuso el final de carrera para muchos profesionales que no tuvieron ninguna oportunidad de evolucionar en profesiones muy limitadas y con pocas posibilidades de desarrollo fuera del entorno habitual en el que ejercían. Es lo que se ha venido llamando la polivalencia funcional impuesta.

Pero no es del concepto legal o más formal de lo que quiero hablar. A mi me gustaría referirme a la polivalencia que muestran los profesionales en el mercado laboral español y al papel que está marcando en estos tiempos. Un buen amigo me comentaba no hace demasiado una anécdota al respecto. Un equipo de profesionales de instalaciones fueron contratados por una empresa belga y esta hizo repetidas alabanzas de la polivalencia del equipo, capaz de responder en áreas muy diversas. Algo que, afirmaban, no es habitual en su país.

La cuestión es, ¿Cómo entendemos aquí la polivalencia? Como decía existe una visión y un marco legal para explicarla pero existe una visión más cercana, la interpretación de las personas y las organizaciones.

En un mundo caracterizado por la inestabilidad y el cambio permanente, la polivalencia tiene mucho que ver con la capacidad de aprender. Y, en muchos casos, con la capacidad para desaprender. Y ahí, creo yo, está una de las claves de por qué las personas con más formación tienen más opciones de desarrollo profesional. La formación da capacidad de adaptación. A mayor formación más capacidad de adaptación.

Hoy el mercado de trabajo camina hacia una gran especialización pero mantiene sus demandas de polivalencia. Esto puede verse fácilmente en las ofertas publicadas. A veces incluso especifican la necesidad de polivalencia después de exigir unos conocimientos específicos.

El caso es que el actual mercado laboral parece exigirnos a todos los profesionales algo aparentemente contradictorio, especialización y polivalencia.

Pero  no lo es. El desarrollo de la humanidad ha llevado a cada área de conocimiento a tal grado de desarrollo que nos es imposible abarcarlas de forma individual. Desde el derecho hasta la carpintería, todo ha alcanzado una dimensión que obliga a la especialización.

Pero, claro, la especialización solo permite una/unas respuestas concretas, necesarias para las organizaciones pero no siempre suficientes. ¿Cómo enfrentar esto?

Muy habitualmente me encuentro con personas que como respuesta a esta pregunta pretenden adquirir un saber hacer “de todo lo que se le presenta por delante”. Además desde los servicios públicos también se contribuye a esto demasiado a menudo. Me refiero a animar, derivar o directamente obligar a personas a que se formen en cosas que no les son apropiadas y les quedan realmente lejos. Es decir, como tenemos un recurso (un curso, por ejemplo) es necesario cubrirlo. En estos casos las posibilidades de que la persona rentabilice la formación en términos de empleo es más una cuestión de azar que de tratamiento técnico de un proceso de mejora de la empleabilidad.

En cualquier caso, como decía, hay muchas personas que tratan de formarse sin ningún criterio, pensando que el hecho de aprender oficios muy diversos será una apuesta apropiada a la polivalencia que demanda el mercado o, cuando menos, les permitirá responder a un mayor número de ofertas de empleo. Pero esto no funciona exactamente así. El carácter social del empleo dificulta muchísimo poder responder a un abanico de profesiones diversas.

Y tampoco es buena respuesta a la polivalencia que demanda el mercado laboral. Primero por la imposibilidad, ya apuntada, de adquirir las competencias necesarias en áreas demasiado diversas como para resultar atractivo profesionalmente, como para poder mantener un mínimo de empleabilidad.

Además es muy dudoso que las empresas demanden una polivalencia demasiado amplia. En términos generales (hay ejemplos para todo en el mercado de trabajo) y desde mi punto de vista, las empresas demandan polivalencia en el marco de tu profesión, en el marco de tu ámbito de trabajo, del de tu departamento o sección o desde la misma actividad de la organización. Se demanda una polivalencia cercana, capaz de responder a situaciones que están en una zona de desarrollo próximo, en una zona a la que, con ayuda, puedo llegar.

Y, segundo, se demanda una polivalencia relacionada con las competencias transversales. Hoy todos representamos a nuestras empresas, todos precisamos saber conversar, dialogar, defender o vender. Si, ya se que todos no, pero el número de personas en esta situación ha venido aumentado de manera exponencial. De hecho no hay encuesta o estudio al empresariado que no recoja que esta es su gran demanda, que necesitan profesionales que sepan hablar en público o que estén acostumbrados a conseguir objetivos en situaciones de presión.

Lo dicho, que lo mejor para responder a la demanda de polivalencia de este mercado de trabajo es identificar claramente nuestras fortalezas y especializarnos en una respuesta específica, pero respaldarla con un gran abanico competencial que nos permita ocupar muchas posiciones en un entorno, en un sector o en una actividad que me resulte conocida y en la que pueda ir construyendo una poderosa red de contactos que me conozcan por lo que sé hacer. Y si, mejorar y completar mi repertorio de competencias transversales, mejorando mi discurso, mi oratoria, mis posibilidades de trabajo autónomo y en equipo o mi capacidad para proponer nuevas respuestas a las organizaciones. Pero siempre debemos intentar desarrollar nuestras nuevas competencias en esos espacios que Vygotski denominaba la zona de desarrollo próximo y no pretender convertirnos en un MacGyiver capaz de resolverlo todo. Puestos a interpretar un papel creo que tendrá mucha más demanda el del Señor Lobo. Todo el mundo sabe qué problemas soluciona y que lo hace de forma eficaz. Esa es la idea.