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Burocracia Vs Orientación

Entre las consideraciones que se hacen sobre las políticas activas de empleo hace años que triunfan los discursos que ponen el foco en el control, la evaluación y también en la sanción de quienes participan (o no participan) de esas políticas. Pero nadie parece poner el foco en las personas mismas, en sus problemas reales. Y tampoco parece que se nos tengan muy en cuenta a quienes trabajamos con ellas directamente.

No pongo en duda el papel de la sanción cuando es realmente necesario. Pero en el escenario en el que nos movemos, de recursos escasos, no parece nuestro principal problema. Tenemos otros. Entre ellos el del peso de la burocracia que acaba por triunfar frente al carácter técnico y funcional que deberían tener las políticas activas de empleo. He aquí tres ejemplos que he vivido recientemente de cómo la burocracia vence sobre la orientación y las decisiones de las personas.

Ejemplo 1

Tras algunas entrevistas de orientación con una chica con mucho tiempo en situación de desempleo nos encontramos con la posibilidad de participar en dos recursos. Uno un programa de inserción de apoyo a la búsqueda de empleo. El otro una oportunidad formativa en el ámbito de las ventas en la que estaba muy interesada. El primero, el programa de inserción, empezó antes y a él nos sumamos. Unos meses después surgió la posibilidad de cursar la formación. El programa de inserción se había visto bastante afectado por la pandemia y las medidas de confinamiento por lo que la situación no había cambiado demasiado. El curso suponía la oportunidad de adquirir competencias profesionales, algo que necesita (aún hoy) como agua de mayo.

La cuestión es que, conjuntamente con el equipo técnico del programa, acordamos que lo más positivo para ella es que se incorporara al curso, donde había plazas suficientes y su participación era segura.

El proceso para hacer esto requería que ella misma solicitara su baja en el programa en el que participaba. Tras ello la asignación a la actividad formativa sería directa pues se contaba con vacantes suficientes. La chica cobra prestación así que debe contactar con su oficina de empleo para darse de baja en el programa y solicitar el curso del que hablamos. La respuesta: Si abandonas el programa te sancionamos.

Ejemplo 2

Tras una entrevista en el SPEG un chico deja solicitados un buen número de cursos (cada cual más dispar y desde mi punto de vista sin posibilidades reales de que mejoren sus empleabilidad). El caso es que, finalmente, le llaman para uno de esos cursos. Justo el que yo creo que menos le aportaría y que se celebra a muchos kilómetros de distancia de donde vive, concretamente en otra provincia de Galicia.

Desde el Servicio Público le dicen, en un primer momento, que debe ir pues lo ha solicitado. No es verdad y lo tranquilizamos. Pero no deja de ser habitual que a las personas se les recomienden actividades sin mucho sentido. También que las personas lo soliciten sin ningún tipo de asesoramiento. El resultado es que pasamos más tiempo con procesos de selección que acompañando a las personas.

En este sentido lo más curioso es cuando ponemos en marcha actividades formativas y no hay candidatos suficientes. Y no hablo de formación exigente. Recientemente, para un curso que no precisa ninguna titulación, hubo cuarenta candidatos en una ciudad con 23.000 personas en desempleo. Algo no funciona.

Ejemplo 3

Si estás en proceso de selección de dos actividades formativas iguales (o no, pero yo tengo en mente un par de situaciones en las que la actividad formativa era la misma) no puedes elegir según tus preferencias o posibilidades. El control dice que te tienes que quedar con la primera en la que te seleccionen. Así que, en cuanto te llaman, debes ir a dejar tu huella dactilar (una barbaridad como un piano que se ha asumido como normal) a riesgo de resultar sancionado/a.

Reconozco que esta situación es más difícil de regular. Una persona seleccionada en un curso no tiene garantías de que va a entrar en otro en el que aún está en proceso. Pero las cosas cambian si tenemos en cuenta más información. En el caso que tengo en mente hablamos de que la segunda actividad formativa tiene vacantes y que la propia entidad dice que no cubrirá suficientemente el curso. Si a ello añadimos que la persona tiene responsabilidades familiares que asume sola y que el segundo curso le queda a cinco minutos de casa mientras el primero le supone unos 45 minutos de desplazamiento a mayores del gasto pues, con todo eso, la cosa cambia.

Y cambia porque, creo, la burocracia y el control no deben impedir la flexibilidad necesaria para responder a situaciones de este tipo. Y para resultar más eficientes y eficaces. La administración y el control deben estar al servicio de los ciudadanos, de las personas. Ahí, de nuevo, la orientación laboral puede y debe jugar un papel clave en las políticas de empleo. Déjennoslo jugar.

Confinamiento y futuro de la actividad online: Recopilación

Recopilando eventos y contenidos y renovando recursos

Nuestro trabajo ya no será igual

Durante las semanas de confinamiento sufrí, como la mayoría de las personas que conozco, el exceso de reuniones y llamadas virtuales. Una saturación parecida a la que sucede con la información, que si es excesiva se convierte en infoxicación.

Pero también es cierto que todo aquello supuso que muchas personas, habitualmente reacias a utilizar recursos digitales, se sumaran sin inmutarse. Y, claro, pudimos comprobar cómo no solo no se perdía nada sino que se ganaba mucho.

En mi caso concreto ví como se me abría la opción de realizar tutoriales, seminarios (lo que suelen llamar webinars), mesas redondas, clases, entrevistas de orientación o conferencias como nunca me había pasado. Y es que hasta ahora pocas opciones había tenido para hacer talleres, formación, entrevistas o coloquios online.

Tengo una experiencia nada lejana en la que tuve que desplazarme a un aula para hacer una exposición física y con público que iba a ser retransmitida online a otras sedes. Hoy suena ya raro pero en aquel momento parecía normal que unas veinte personas y yo fuéramos a un punto de Galicia a celebrar una sesión mientras una buena parte del público la veía online. Cuando propuse que pudiéramos hacerlo todo online evitando todos los desplazamientos la respuesta fue la que fue: Imposible.

El trabajo ya no es un lugar al que vamos

No sé cómo quedará el futuro y el impacto que lo online tendrá en nuestro trabajo, pero parece que situaciones como la que menciono no volverán a suceder. Es más, creo que los servicios que damos (la formación por ejemplo), ya nunca volverán a ser del todo presenciales. En mi caso concreto asisto a una formación dos días a la semana que me rompe dos tardes por completo. Desde que las hacemos online saco mucho más provecho. Cuando la profesora dijo, “a ver si pronto podemos volver al aula”, mi respuesta fue, para mí, obvia: Yo no voy a volver.

Creo que esto nos lo vamos a encontrar en todas las actividades. Hasta Linkedin lo cree y genera un espacio para los trabajadores pues entiende que realizar nuestras funciones en remoto será lo habitual. Los servicios que damos, especialmente en el ámbito formativo o en los servicios de asesoramiento y apoyo no tendrán un lugar físico como referencia. Nuestros clientes han comprobado todo lo que aportan los servicios en remoto y será muy difícil que no nos reclamen los nuestros de forma online.

Pequeños cambios

Esto también me obliga a pequeños cambios aquí en el blog. Hasta ahora en el menú principal había una pestaña denominada Eventos. Me servía para señalar algunas experiencias interesantes en jornadas, mesas redondas, talleres y propuestas similares. Esta pestaña se llama ahora Eventos y actividades online. Entiendo que a partir de ahora deberá reflejar eventos físicos y actividades online. Apuesto, además, a que los segundos serán mucho más numerosos.

Aprovechando este cambio, me ha parecido interesante empezar por mostrar algunas de las actividades de orientación y empleo que he realizado durante los meses de confinamiento y los posteriores. Digo algunas porque otras, las realizadas con centros de formación o mis actividades habituales de orientación, se quedan en el ámbito interno y privado que les corresponde. Además creo que recapitular es una muy buena forma de empezar este último tramo del año.

Recopilación de actividades y contenidos online

Webinar de Imagen profesional digital y búsqueda de empleo con la Fundación Santa María La Real.

Tutoriales sobre Linkedin difundidos periódicamente en la cuenta de Twitter de la Concellaría de Emprego do Concello de Vigo. Varios capítulos: , , 3º, 4º, 5º, 6º, , , .

Presentación de Comunidad Orienta en Interconexiona. A partir del minuto 40:00

Podcast sobre el mercado oculto del empleo. Una breve (30′) pero para mi muy grata conversación con Santiago Cruz en su espacio de recolocación profesional LinkaCV.

Podcast sobre el mercado laboral tras el impacto de la crisis generada por el coronavirus en Quora. Otra muy placentera conversación, en este caso con Patricia Vera, en la red en la que más tiempo paso en los últimos años. Quora es una propuesta, desde mi punto de vista, con un gran potencial en muchos ámbitos y especialmente en empleo y en relación a nuestra imagen profesional. Desde hace tiempo participo activamente generando respuestas y artículos, con un espacio propio sobre Linkedin y también he estado en alguno de los encuentros de usuarios que promueven. Es por esto que la conversación me hizo especial ilusión. Puede escucharse en Apple Podcasts, Google Podcast, en Ivoox y en Spotify,

Video podcast con Antonio Montoya. También hablamos sobre el mercado oculto y las dificultades de acceso al mismo pero, fundamentalmente, sobre las posibilidades de Linkedin y sobre el papel de las competencias digitales en la búsqueda de empleo y en el propio ejercicio profesional. La web de Antonio es de un dinamismo y de un lujo de contenidos que más que recomendable se me hace imprescindible. Y conversar y colaborar con él ha sido una experiencia muy agradable. Antonio es uno de esos profesionales que te hacen fáciles las cosas, que genera buen clima y te hace sentir bien.

Un amigo de Antonio, amigo común, me dio la oportunidad de participar en su nueva propuesta. Hablo de Victor Candel y de su Great Professional, su propuesta de entrevistas semanales online. Las emite en directo todos los jueves y cuenta con un abanico excepcional de profesionales de RRHH y empleo. Para mí fue un verdadero placer participar. Victor es una fuente inacabable de información de calidad, un amigo y un profesional de una generosidad sin límites, una de las personas más interesantes que la red me ha permitido encontrar. Durante la conversación, que puede verse y escucharse en Youtube, iTunes y Spotify, hablamos sobre los servicios públicos de empleo, sobre orientación laboral, inclusión digital y búsqueda de oportunidades profesionales.

Y, por último, no quiero dejar de mencionar mi participación en el Foro sobre Fenda Dixital (Brecha Digital) con EAPN Galicia (European Anti Porverty Network). Fue un foro de debate interno para concretar medidas en el ámbito de la lucha contra la exclusión digital. Aunque por ese carácter interno no se ha publicado el encuentro como tal, refiere a una cuestión que considero clave en mi quehacer profesional y de la que seguiré hablando con toda seguridad en este blog. Siempre es un lujo poder participar con Eapn y aprender cómo contribuir a vivir en un mundo en el que la pobreza, la exclusión o la discriminación no existan.

El valor de las profesiones

Fotografía de Marcos de Madariaga bajo licencia Creative Commons

Una cuestión que parece haber quedado clara en los días de pandemia es el equivocado valor que damos a las profesiones en el mercado laboral. No me refiero al valor que deriva de la relación entre oferta y demanda. Como es obvio el valor que se deriva de la relación entre oferta y demanda cambia con el tiempo. La de herrero era una profesión con mucha demanda y hasta clave en el mundo en el que los caballos ocupaban un papel determinante. Hoy su valor y demanda es la que es.

Pero hay otro valor que no depende tanto de la oferta y la demanda, el valor que subjetivamente damos a determinadas profesiones frente a otras. Me refiero a que, hasta ahora, hemos dado mucho valor a quien es capaz de generar riqueza para unos pocos, pero damos escaso valor a quien genera riqueza para la mayoría, para la sociedad.

Las personas que cuidan de los demás

Sí, estoy hablando de las personas que cuidan a los demás y de quienes se encargan del bien común. Hablo de todas esas profesiones que van desde quien limpia hasta quien cuida y que han sido reconocidas durante esta pandemia. En algunos casos creo que hasta podríamos decir que han sido descubiertas, o esa sensación tengo yo. Parece que hay quien no era consciente ( y parece que siguen sin querer serlo) de que el mundo del trabajo, y el mundo en general, funciona gracias a una parte importante de sus mujeres (y algunos hombres) que asumen las tareas de cuidado de los otros. Algunas veces cobran por ello. Otras lo hacen “porque les toca”.

Quienes cobran por ello, profesionales que se encargan de cuidar a nuestros mayores, a nuestros niños, a nuestros enfermos, a quienes necesitan apoyos específicos de todo tipo, lo hacen habitualmente en condiciones de absoluta precariedad. Y también de absoluta infravaloración por parte de todos nosotros.

Cuando generalizamos no somos precisos. Pero no corremos ningún riesgo si decimos que las personas que trabajan en la sanidad o en residencias sufren una altísima temporalidad junto a otras condiciones impropias del valor de su trabajo. Y no, de salario tampoco van nada bien. Ni en España ni en otros países donde incluso están peor.

¿ De dónde hemos sacado esto ? ¿ De dónde ha salido la idea de que quienes limpian en un hotel o en una residencia, quienes cuidan de mayores y de personas con discapacidad hacen tareas poco cualificadas y de poco valor que no merecen un salario alto ? Más concretamente ¿ Cómo hemos llegado a convencernos de que estas personas deben cobrar menos que un agente de bolsa que genera riqueza (mucha, eso sí, pero puramente monetaria) para unos pocos ?

Profesiones o funciones que pierden valor

Junto a la reivindicación del trabajo de quienes cuidan a los demás, también se ha defendido el papel de otras profesiones como cajera o transportista. En estos casos, en cambio, creo que la pérdida de valor objetivo de estos empleos en los últimos años es evidente. El trabajo de cajera, no solo en supermercado, en cualquier establecimiento, es un puesto de poco valor real, salvo que implique más funciones. Pasar productos por un escáner tiene poco valor. Y coger y devolver monedas también. Así era antes de la pandemia y así será después. O aportamos más valor o no será un trabajo por el que nos paguen bien ni pueda darnos desarrollo profesional.

Y con esto no le quito ningún mérito al trabajo que han hecho y al riesgo que han asumido durante los días de confinamiento. Ha habido personas como dependientes, cajeros, taxistas, conductores de autobús, repartidores, fontaneros… que se han jugado su salud por los demás. Pero, obviamente, no estoy hablando de esto, solo estoy hablando de empleo, de cómo determinadas funciones pierden valor y, o bien se completan y evolucionan o desaparecen.

En mi caso hace mucho tiempo que procuro no orientar para empleos de poco valor. Pero, claro, no es fácil. Las personas tienen necesidad de trabajar en el corto plazo (espero que el Ingreso Mínimo Vital contribuya contra esto). Además, aún hay empresas que insisten en que formemos a las personas en manejar una TPV.

Pero no, eso no tiene valor. Eso solo es una función. Como profesión tiende a desaparecer salvo que vaya acompañada de otras competencias y funciones (asesorar, informar, resolver problemas de gestión, responsabilizarse de pedidos, suministros y calidad…)

Qué podemos esperar y qué podemos buscar

Hace tiempo que la psicología habla de cómo utilizamos la información para reafirmar nuestros pensamientos y opiniones (sesgo de confirmación o la asimilación sesgada y el efecto retroceso) no para cambiarlas. Quizá por eso yo creo que esta crisis ha acelerado procesos que a algunos nos resultaban evidentes. La economía, el mercado laboral, nuestra relación con el mundo, con el planeta, no se sostiene y resulta perjudicial para nosotros mismos. Debemos desacelerar y pasar de una economía de valor especulativo a una economía de valor real.

En este marco, en el de la desaceleración hay una necesidad evidente: debemos trabajar menos. Si no trabajamos menos será imposible desacelerar. 

En mi caso trabajar menos ha sido mi objetivo primero desde el inicio de este año. Me cuesta conseguirlo, pero me afanaré en ello. Eso sí, no escatimaré ni una hora en reclamar mejores condiciones para todas las personas que se dedican al cuidado de los demás, sea limpiando, sea dando apoyo psicológico o en la sanidad. Mejores condiciones contractuales y también un mayor reconocimiento social. Es lo justo y se lo debemos. Pero no solo por estos meses, se lo debemos desde siempre.