Sobre la ética profesional

El comportamiento ético, la ética profesional, la ética de las organizaciones, la necesidad de alinear los valores personales con los de la organización… son todas cuestiones con largo recorrido en el mundo del trabajo. Y en estos últimos años han estado muy presentes a lo largo del terremoto que ha sufrido un mercado laboral impactado por la tecnología y la crisis.

En estos años he venido percibiendo (a veces son sensaciones, a veces observaciones directas) un menor compromiso por hacer aquello que se debe hacer. No sé si se debe a la inseguridad del mercado de trabajo, a la crisis de valores que vivimos o a que, sencillamente, el mundo ha ido a peor.

Hablo de las pequeñas cosas, de las decisiones diarias y de las decisiones profesionales, sin entrar en grandes consideraciones sobre moral o ética (que la moral no te impida hacer lo correcto). Hablo de esas decisiones que se convierten en hábitos y que marcan la verdadera imagen profesional de una persona. Y hablo de que no siempre veo que las decisiones que se toman sean coherentes con los valores de la persona, los de la organización correspondiente o los de la sociedad en general.

No sé la causa pero en mi experiencia si es cierto que en estos últimos años he visto comportamientos y afirmaciones impropios de una actitud profesional o, cuando menos, mínimamente comprometida con el objeto y el objetivo del trabajo. Porque, quizá, aquí se halle una de las claves, es necesario tener claro cuál es el objetivo de nuestro trabajo, tener claro por qué lo hacemos de una determinada manera y para qué lo hacemos. A mi me gusta más hablar en términos de para qué y no de por qué.

En mi entorno habitual, el de las políticas de empleo y la promoción económica, es cierto que muchas veces hemos perdido ese para qué. En muchas ocasiones me he encontrado con decisiones que no tienen en absoluto en cuenta el para qué. Vamos, que no le hemos dedicado ni un minuto a pensar si lo que decidimos (por ejemplo, los programas que vamos a poner en marcha) va a contribuir de forma directa a nuestros objetivos, que en este caso pasan siempre por aportar al mercado de trabajo, por mejorar las situaciones de las personas en el mercado laboral y por dar mejores respuestas a las necesidades que la sociedad, las empresas y las organizaciones demandan.

Pero en estos últimos tiempos me encuentro con otro comportamiento que considero un paso adelante en la falta de ética profesional. Se trata de que no solo no importa el para qué, tampoco importa el cómo. Son esos momentos en los que las metodologías profesionales saltan por los aires. Momentos en los que las personas prefieren hacer aquello que se les dice, a pesar de que eso vaya contra el para qué de nuestro trabajo o, sencillamente, contradiga los fundamentos técnicos y los conocimientos que lo sustentan.

Al igual que le sucede a un periodista o a un funcionario, los profesionales tienen en su independencia técnica su elemento de mayor valor. Esta independencia junto a sus resultados (a la eficiencia y eficacia de lo que hacemos) es lo que nos ha traído hasta aquí. Es lo que ha hecho de nuestras profesiones algo presente, lo que nos ha dado la oportunidad de seguir trabajando y de que ganemos valor cara a los demás. Incluso cuando en el marco de esa independencia, nos equivocamos.

Nuestro trabajo (pienso aquí en trabajos técnicos en general, pero especialmente en el mío de orientación laboral) se sustenta en un corpus teórico práctico formado por un gran conjunto de conocimientos científicos, de experiencia, de normativas y de legislación. Cuando cedemos en nuestro saber hacer sin más criterio que la orden de un superior, cuando nos saltamos nuestros procedimientos y nuestros criterios técnicos, todo salta por los aires. Por una parte hacemos saltar esa ética que se le supone al comportamiento profesional. Por otra, la que yo quiero hoy señalar, se hace un daño irreversible a la imagen del saber hacer de esa profesión.

Aunque pueda parecer algo exagerado como comparación es como los cuerpos policiales corruptos, ponen en riesgo las posibilidades de convivencia de una sociedad. Pero, además, contribuyen de forma decidida a que la sociedad no confíe en ellos, a que no los vea útiles y eficientes. En América Latina podrían ponerse muchos ejemplos, por desgracia. Muchos ejemplos de cómo las personas al último sitio al que acuden cuando tienen un problema es a la policía.

Y esto es a lo que me refiero. Si en el marco que nos es propio, el mío el de las Políticas Activas de Empleo o el de la gestión de personas, no nos comportamos con un mínimo de coherencia ética en todo lo que hacemos, conseguiremos lo mismo. Es decir, no solo pondremos en grave riesgo el marco de convivencia que nos permite ejercer nuestro trabajo, también haremos que nuestros conciudadanos no confíen en nuestro trabajo, no lo valoren y lo consideren inútil, por utilizar un adjetivo moderado.

¿Se puede mantener un comportamiento ético en un entorno viciado? ¿Pueden las personas mantener la coherencia ética en sus actos profesionales aunque no haya un código ético? ¿Comportarse éticamente, alineado con los valores de la organización y con los de cada uno/una, tiene consecuencias en el desarrollo profesional?

Yo creo que si, que podemos comportarnos en el marco de un código ético, aunque reconozco que a veces cuesta mucho. Hacerlo tiene consecuencias (en mi experiencia ha sido así) y claro, es para pensárselo.

En este artículo he huido de mencionar comportamientos concretos. Sólo querría reflexionar sobre el momento social y profesional que estamos viviendo. Un momento que parece exigir firmeza en las actuaciones profesionales, aunque solo sea para mantener aquello que hemos conseguido frente a los demás.

No quiero ponerme tremendo, pero si decir que las pequeñas cosas son las que marcan las grandes. Si el respeto forma parte de nuestros valores, las decisiones se tomarán con respeto a nosotros mismos y a los demás. Y si infravaloramos cómo hacemos las cosas y admitimos que pueden hacerse de muchas maneras (más bien que todo vale y que solo es necesario cumplir órdenes) nuestras profesiones dejarán de tener sentido. Y dejarán de ser eficaces y eficientes. Serán, finalmente, prescindibles.

RRHH y escenario digital. Demostrador TIC de Compostela

Hace unos días tuve la gran oportunidad de participar en un encuentro dirigido a profesionales de RRHH en el Centro Demostrador Tic de Santiago de Compostela.

Fue un encuentro caracterizado por el interés en nuevas herramientas y recursos pero también una buena oportunidad para conversar sobre el cambio en el rol de RRHH, tanto en el papel que juega en las organizaciones como en los conceptos que presenta en el nuevo escenario en el que nos desenvolvemos.

Un escenario en el que parece claro que las empresas precisan de un saber hacer, de un talento, realmente diferencial. Lo necesitan por las propias características de la sociedad en la que vivimos, una sociedad en la que el conocimiento en cualquier materia es tan amplio que resulta difícilmente abarcable, obligando a una especialización no siempre fácil. Y lo necesitan porque el saber hacer marca diferencias estratégicas y competitivas claras.

Para este nuevo entorno es imprescindible contar con los recursos digitales más apropiados en cada caso. Y de esto hablamos. De qué herramientas pueden sernos útiles a nuestros objetivos, a nuestras necesidades y a potenciar, de paso, el employer branding de la organización.

Por otro lado, de la misma forma que las organizaciones cuentan con nuevas herramientas para la identificación, selección y gestión del talento los profesionales contamos con nuevos instrumentos para mostrar nuestro saber hacer. Y esto nos obliga a conocer los recursos Tic, los cambios conceptuales propios de la sociedad digital y las estrategias para ofrecer y ejercer nuestras respuestas profesionales. Respuestas que deben ser muy concretas y especializadas pero en el marco de un abanico competencial amplio.

La conclusión, para mi, gira en torno a la imperiosa necesidad que tenemos de conocer cómo es el nuevo escenario y cómo debemos desenvolvernos en él. La presencia de diálogo constante es una premisa, pero con ella viene ligada la necesidad de unas competencias digitales y de unas competencias comunicativas que en este momento se sitúan como imprescindibles.

Gran experiencia con la Fundación Secretariado Gitano en Madrid

La pasada semana pude compartir una maratoniana sesión de trabajo con excelentes profesionales en la Fundación Secretariado Gitano en Madrid. En el marco de los encuentros de sus equipos técnicos hemos tenido la oportunidad de poder trabajar conceptos, recursos, aptitudes, problemas… todo aquello que puede entrar en lo que una jornada de formación y convivencia profesional da de si. Fue una intensa jornada de aprendizaje donde pudimos aprender muchas cosas sobre este nuevo escenario del mercado laboral digital.

Aprendimos nuevas técnicas, aprendimos como trabajan otras personas, aprendimos sobre los problemas que otros profesionales enfrentan, aprendimos del valor y de la lucha constante por superar esos problemas, aprendimos de la actitud de los otros por aprender, aprendimos de cómo se empodera a las personas y de cómo los equipos técnicos que enfrentan el empoderamiento de personas en situaciones difíciles también son capaces de empoderarse, de asumir sus responsabilidades profesionales y llevarlas a cabo con compromisos de eficiencia y de eficacia; aprendimos un buen número de nuevas herramientas y de las posibilidades que tienen para nuestros trabajos, aprendimos de la gratitud de las personas, aprendimos de cómo lo que aprendimos puede modificar la vida de muchas personas, aprendimos sobre las herramientas del entorno que dibuja la sociedad digital y su actual mercado de trabajo, aprendimos algunos usos, procedimientos y prácticas que hoy en día son vitales para el desarrollo profesional, aprendimos cómo el trabajo colaborativo se proyecta y da resultados de forma casi inmediata, aprendimos los conceptos y prácticas del nuevo escenario laboral, aprendimos dónde podemos encontrar recursos útiles para nuestro trabajo, aprendimos las opciones que nos dan los recursos digitales para mejorar lo que hacemos, aprendimos cuan diferentes son los escenarios en los que trabajamos y cuantas cosas tienen en común, aprendimos actitud hacia el cambio, aprendimos a encontrar recursos y herramientas, aprendimos a saber como nos encuentran y nos ven los demás en la red, aprendimos a interactuar en la realidad física y en el entorno digital, aprendimos lo que otros profesionales hacen con las mismas o diferentes herramientas, aprendimos lo que hacen las personas que seleccionan a otras en el mercado laboral, aprendimos cómo todos podemos contribuir a reducir o frenar la discriminación, aprendimos del papel de la formación en el desarrollo de las personas. Y todo esto y más lo aprendimos juntos.

Aprender juntos es útil por muchas razones. A mi me gusta resaltar que es útil porque se genera discurso y conocimiento compartido. Se coaprende, se construye y se multiplica.

Y esto es lo que más valoro de todo lo que me llevo después de haber participado en este encuentro con @jecanpa, @sergioibañez, @idaeconsultores y los equipos técnicos de @gitanos_org.

Me llevo la conexión emocional y la experiencia de haber participado en una actividad en la que un conjunto de personas generan un clima para el cambio y la innovación desde las coincidencias, desde los puntos comunes, desde aquello que compartimos. Creo que esa es una gran conclusión para un evento de formación e interacción, especialmente si se multiplica. Porque esa también es la idea, que todo lo aprendido pueda influir más, mejor y en un mayor número de personas de forma efectiva.

Porque de esto se tratan estas cosas, de esto va nuestro nuevo escenario laboral, de conversar, de compartir, de generar. ¡¡¡ Aprendemos juntos !!!

PD: Me gustaría dejar constancia de mi agradecimiento especial a Gorka de Luís González y a Eduardo Moreno, Edulcoro. Sin Gorka esto, sencillamente, no hubiese sido posible. Sin Eduardo, no hubiese sido lo mismo. Gracias por todo !!!