Llevamos años hablando sobre la digitalización de las empresas. Y, en mi entorno más cercano, de la digitalización de la orientación laboral o de la digitalización de la función de RRHH o gestión de personas. De esta última es de la que querría hablar y, más concretamente, de cómo a pesar de que hablamos de bots para entrevistas, de ATS y de las oportunidades de las redes sociales, los procesos de selección siguen siendo habitualmente un desastre. Cuando menos lo son en mi entorno habitual, en lo que yo me encuentro mientras trabajo con personas que buscan nuevas oportunidades de empleo. Aunque también podemos decirlo en general si tenemos en cuenta que solo el 19% de las nuevas contrataciones resultan satisfactorias.
Aún con las nuevas herramientas como las que mencionaba en el párrafo anterior, la digitalización de los procesos de selección no parece que haya llegado muy lejos. En el último informe de Infoempleo junto a EY podemos comprobar que la mayor parte del esfuerzo de digitalización se centra en pasar a digital cuestionarios o tests o en emplear video entrevistas o Apps. En realidad las posibilidades de las herramientas digitales siguen sin ser usadas ni explotadas.
En la cruda realidad de los procesos de selección las peores prácticas se mantienen. El único avance visible es el de las entrevistas online, algo que sí se ha extendido, o el de los formularios de los portales de empleo.
Estos últimos se han convertido en la gran barrera de acceso al empleo para muchas personas. No hay curso o jornada en la que no me surjan preguntas sobre cómo superar los tradicionales cuestionarios de los portales de empleo, esos en los que nos preguntan por el salario que nos interesa o por dónde vivimos. Y es que estos formularios o las propias killer questions se han convertido en herramientas de discriminación (por edad, por origen…) cuando no han llegado al absurdo total. Un ejemplo de esto lo difundía Isabel Iglesias muy recientemente:
Es verdad, no podemos generalizar. Es evidente que seleccionar personas no es tarea fácil, por mucho que la tecnología nos ayude a ser más eficaces. Sí, también se ven procesos que tratan de ser lo más rigurosos y efectivos posibles. Pero, claro, abundan las chapuzas como esta y los procesos en los que se falta al respeto a las personas que se presentan al mismo. Esa es mi experiencia y parece que la de la mayoría pues el 83% de los aspirantes considera la entrevista como una experiencia negativa.
Y es que las quejas sobre los procesos de selección son algo más que habituales. De entra las quejas, la más presente es la falta de respuesta, aunque la información que dan los portales de empleo ha facilitado que las empresas respondan con los conocidos, < su CV ya no continúa en proceso>.
Pero, como muestra el gráfico, aún con la irrupción de los portales de empleo, ni siquiera la mitad de las empresas informan a los candidatos. Y uno puede pensar que es una queja que refiere a cuando se envía el CV. Pero no, sucede en todas las fases del proceso.
Ahí, como comentaba, tengo experiencias para dar y tomar. Entre las más recientes una de un profesional del ámbito comercial, con empleo pero que está buscando nuevas oportunidades de desarrollo. Tras varias entrevistas recibió el sí. Es más, en el proceso había conseguido una mejora de las condiciones en términos salariales y de otro tipo. La contratación tenía el visto bueno de los ejecutivos de nivel territorial más alto y ya solo quedaba conocer al máximo responsable que, como digo, había dado el visto bueno a la contratación. Con todo esto, la persona estaba ya pensando en cómo organizar su salida tras la mencionada entrevista pendiente. Pero inesperadamente recibe una llamada para una nueva entrevista con más candidatos a más de 80 Km de su lugar de residencia y de donde había sido el resto del proceso. Tuvo que pedir un día en su actual trabajo y acarrear con los gastos. Y no, no fue seleccionado.
Y quizá no fue seleccionado porque aportó muchos datos sobre la empresa, algo que, me comenta, no parece gustar. No es la primera vez que en las entrevistas saca a relucir las cuentas de la empresa. Él entiende (y yo también) que eso debería ser positivo. Muestra interés y le permite especificar cuál puede ser el impacto económico de su trabajo en las cuentas finales de la organización. Pero no, no les gusta.
Y esta no es la única vez en que las personas me comentan que aportar información sobre la empresa no les resulta positivo. Muchos responsables se sienten incómodos cuando esto pasa. Quizá por el tradicional hermetismo empresarial o vaya usted a saber por qué.
Tal y como dice el estudio referido al principio, al que pertenecen todas estas gráficas, los procesos de selección forman parte de la imagen de la empresa. Son un aspecto más de su cultura y son clave en su imagen como contratadora, en su imagen para competir por atraer el mejor talento, algo que será cada día más importante. Vivimos ya, como el último Foro de Davos ha constatado, en lo que inglés se denomina stakeholder capitalism, en una economía capitalista que se ve obligada a contar con algo más que maximizar beneficios, aunque muchos sigan negándolo.
Así que la pregunta es evidente ¿ Por qué no tratan las compañías de mejorar los procesos de selección ? ¿ Por qué no intentan resultar más atrayentes ?
Hacer esto no es nada difícil. Cuando menos empezar a hacerlo. No se trata de emplear complicadas tecnologías o de realizar inversiones de ningún tipo. Es mucho más sencillo. Llegaría con preguntarles a quienes participan, algo que por ahora no se hace.
Hace unos meses una compañera de FOL buscaba en diversos foros información sobre propuestas de orientación innovadoras en Europa. Como comenté con ella, creo que cuando nos preguntan sobre nuevas propuestas en orientación a todos nos vienen a la mente lugares como Dinamarca. Pero a mí el pensamiento me va hacia otro lugar, hacia Estonia.
Quizá no sea el caso más conocido en nuestro entorno pero a mí es de los que más me gusta. Primero porque todas sus propuestas en el ámbito del desarrollo profesional están ligadas al concepto de ciudadanía digital, lo que las convierte de por sí en innovadoras y, desde mi punto de vista, en un ejemplo a seguir.
Segundo, no voy a ocultarlo, porque en la única visita que realicé al país (que espero repetir pronto) la experiencia fue sensacional. Es fácil poder sentir en las personas y en el ambiente su compromiso con el futuro. A poco que tengas oportunidad de vivir un evento, visitar una institución o simplemente hablar con la gente, puedes sentir sus ganas de dar un salto. No un paso, un salto. Porque eso es lo que buscan, dar un salto de los de longitud. Y transmiten esa idea con pasión, lo que es impagable.
Por eso, cuando esta compañera me contactó no lo dudé un momento. Si quieres conocer ejemplos de innovación en orientación laboral, en educación y en promoción económica, yo me acercaría a Estonia.
Es un país enfrascado en un proyecto global para pasar de forma planificada a la economía digital. Es el primer país del mundo, que yo sepa todavía el único, que propone la e-Ciudadanía y la e-Residency. En este marco desarrollan un completo proceso de transformación digital que va desde la atracción del talento al transporte (Tallín es una de las pocas ciudades en las que el transporte público es gratuito para sus residentes) pasando por la generación de empresas emergentes (startups). En este campo, como puede verse en el cuadro siguiente del Index Venture, ya encabezan la lista de países generadores de ecosistemas para las nuevas empresas tecnológicas. Vamos, que a día de hoy son el país del mundo que ofrece más facilidades a las nuevas iniciativas de base tecnológica.
En el ámbito del empleo, el que más conozco, hacen una fuerte apuesta por atraer talento y capital de empresas digitales. Entre un buen montón de medidas está la orientación laboral que combina desde el inicio herramientas digitales con entrevistas personalizadas e incluso en grupo.
En el ámbito educativo destaca lo que hacen en las Vocational Education, lo que podría ser algo parecido a nuestra FP. Entre ellas pueden encontrarse centros formativos realmente interesantes, como este de música que me gusta citar por el extraordinario papel que la música juega en la educación en los países del norte de Europa. Desde aquí resulta envidiable, en el sentido que en su momento señaló Borges.
Eso sí, como mencionaba, el idioma es una dificultad para comprender bien todo lo que están haciendo en estos ámbitos en Estonia. Cuando menos lo es para mí. Por ejemplo, la página de orientación profesional está solo en estonio y ahí empiezan los problemas para entender lo que hacen.
En mi caso hace ya unos años que visité Tallín. Fue una experiencia reveladora. Encontré un país en ebullición. Me recordó a la España de hace ya unas cuantas décadas. Un país que está haciendo un gran esfuerzo por superar el pasado. Y lo hacen con ilusión. Se nota la efervescencia, especialmente en los negocios y en la actividad cultural que es muy intensa. Son personas muy receptivas y amables que gustan de los visitantes y de contarle a todo el mundo cómo vivían bajo el telón de acero. Un lugar al que dirigir nuestra mirada si queremos aprender e inspirarnos. Y, claramente, un lugar muy recomendable al que pienso volver pronto para seguir aprendiendo.
Hace tiempo que enfrento una paradoja (muchas en realidad). Por una parte me encanta dedicarme a la promoción del empleo. No solo me satisface, también lo siento como muy necesario. Todos los días trabajo con personas que necesitan un empleo. Por razones económicas, por razones sociales y por razones emocionales.
Sea como sea, lo que sí es cierto es que no nos hemos planteado la tecnología para trabajar menos. Nos la hemos planteado para aumentar la productividad y reducir gastos. Así que ¿Por qué no nos planteamos que ya vivimos en un mundo con tecnología suficiente para trabajar menos y dedicarnos a otras actividades que nos satisfagan más o sean socialmente necesarias? En este sentido empiezan a aparecer en nuestro país (y en otros) las primeras propuestas políticas que buscan que trabajemos menos.
¿ Para qué reducir las jornadas laborales? ¿ Para qué hacerlo de forma planificada ?
La jornada de ocho horas no fue algo planificado. Fue el fruto de la lucha sindical. Igual que cualquier otra conquista social tiene sus bases en la lucha de las personas por lograr mejoras. En este caso, en cambio, podríamos llegar a un nuevo mundo laboral de forma planificada, lo que no solo tendría menos costes en todos los sentidos, también podría resultar más eficaz.
Pero ¿ Para qué deberíamos hacer eso ? ¿ Deberíamos trabajar menos solo porque podemos ?
Educar a nuestros hijos, cuidar de nuestros mayores, de aquellos que precisan ayuda y apoyo de forma constante, es algo que necesita tiempo. No, no se trata de crear “guarderías” o de ampliar el horario de las escuelas para que padres y madres puedan ir a trabajar. Se trata de garantizar que los padres y las madres cumplan su papel con el tiempo que esto precisa. Y lo mismo para cualquier otra situación de cuidado y acompañamiento que no sean los hijos.
Así que, desde mi punto de vista, tenemos razones suficientes para planificar un futuro próximo en el que trabajemos menos. Con lo cual… ¿ Debemos contar con políticas públicas que preparen a las personas para esta nueva realidad ? ¿ Debemos cambiar el concepto de las políticas activas de empleo ?
Yo creo que sí, que debemos generar políticas que busquen garantizar una mayor igualdad de acceso a la educación o a bienes y servicios en un entorno en el que muchas personas trabajarán menos.
En este escenario, ¿ Qué opinas ? ¿ Deberíamos planificar nuestras políticas de empleo para trabajar menos ?