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Uber: empleo, legislación y automatización

UberHace unas semanas Fabian Valero, activo y reconocido abogado laboralista al que sigo y recomiendo seguir, publicó un artículo sobre el tipo de empleo que genera Uber y otras nuevas empresas de la economía digital. Por un lado, con Uber como ejemplo, identificaba las razones que definen el empleo generado por la plataforma como  empleo por cuenta ajena. Por otro, hacía una llamada a una actualización legislativa que dé cobertura a la nueva realidad laboral.

Me resultó muy grato leer cómo Fabian trata de anticiparse de forma clara, concisa y justificada a cuestiones importantes para el mercado laboral. Coincido plenamente en la necesidad de anticiparse y legislar, aunque reconozco que esa no es mi materia. Como orientador laboral preciso un mínimo de conocimientos jurídico laborales. Pero solo eso, un marco mínimo que me permita no decir demasiadas tonterías. Así que no es mi objetivo definir en términos legales la relación entre los conductores de Uber y la plataforma. Tengo mi opinión personal, pero nada más.

Dejando esto claro desde un principio, el articulo de Fabian me pareció una buena oportunidad para aportar mi punto de vista sobre el tema de Uber. La he comentado muchas veces en público pero nunca aquí. Y, especialmente, sobre el papel de la justicia en todo esto. Concretamente la española que nos ha dejado sin la oportunidad de aprovechar Uber en términos de empleo. Todo gracias a su posicionamiento y a su inaceptable lentitud que la hace inservible para una sociedad digital caracterizada por el cambio constante. La respuesta de la justicia española a la propuesta de Uber llegará tan tarde que ya no será necesaria. Esta es una de las principales ideas que me gustaría señalar.

Escribí en los comentarios al artículo, pero ese no es lugar para explicar y justificar. Llevado por la inmediatez, cometí errores importantes que querría corregir. Además me gustaría matizar, concretar y completar lo que dije allí, dándole un poco más de estructura y de respaldo de hipertexto:

Ciertamente necesitamos adaptar la legislación laboral a un nuevo entorno con características realmente diferentes. Pero, coincidiendo en esto, creo oportuno señalar que, refiriéndonos a Uber (hacer un todo con otras plataformas me parece muy complejo ) primero será necesario que pueda existir, algo que en España no sucede. O lo hace de forma extremadamente limitada.

Así que antes de poder establecer una nueva legislación debemos reclamar que precisamos un posicionamiento de la justicia que vaya más allá de la defensa de una de las partes (la que conforma el lobby económico corporativista de los taxistas) frente a las otras dos (conductores y clientes). Mientras esto no se rompa no sé sobre qué se va a legislar.

Pero, en cualquier caso, anticiparnos ya no será posible. Jurídicamente se tarda tanto que cuando Uber venga, ya no necesitaremos ninguna legislación laboral.  Definir la figura del conductor en los marcos que conocíamos (cuenta ajena o propia) o en otros nuevos puede que sea necesario pero solo para ahora mismo y para los próximos años.

Aún así tengo mis dudas sobre el carácter laboral de algunos elementos comentados en el artículo. Creo que algunas de las condiciones que exige Uber ya se establecen (y más duras) en relaciones como las de franquiciado y no por eso se consideran laborales. Además los conductores de Uber pueden trabajar para otras compañías como Lyft de forma simultánea. No es lo mismo pero en España esto estaría más próximo a la figura del autónomo dependiente.

En cualquier caso, como decía antes, ese no es mi tema. De hecho las sentencias en otras partes del mundo respaldan lo que dice Fabian. Consideran a Uber como una empresa empleadora, no como una prestadora de servicios.

A mi lo que no deja de sorprenderme son las quejas al modelo de Uber cuando durante años el sector del taxi se ha mantenido con personas subcontratadas haciendo horas infinitas en los peores turnos. Un modelo que no solo se ha dado en España y que ha sido perjudicial para los trabajadores y los clientes. Y todo el mundo utilizó sus servicios sin mayores problemas.

Por la contra Uber ha estado siempre envuelta en polémica y ha sufrido un número importante de huelgas. En el comentario del blog de Fabian afirmé que esas huelgas consiguieron sus objetivos, algo que no parece del todo cierto. No he encontrado constancia de que Uber modificara el porcentaje que gana un/una conductor/a o el precio base de un servicio. Quizá porque, a pesar de las quejas y de la desigual distribución de resultados por ciudades, el trabajo ha venido resultando más rentable que otros. Con todo,las huelgas han obligado a a la empresa a explicar la relación con los conductores, los porcentajes que maneja y a posicionarse en determinados temas incluidos en las reinvindicaciones. Por ejemplo la petición de poder admitir propinas, algo a lo que la compañía se sigue negando, aunque parece que no puede prohibirlo.

Reconozco que nunca he sido un gran usuario del taxi por diversas razones y siempre he evitado utilizar sus servicios. Aún así he tenido experiencias negativas para llenar unos cuantos folios, como muchas otras personas.

Por la contra soy usuario de Uber desde que se instaló en España. En mi caso, las malas experiencias aún están por venir. Bueno, he tenido una. Un conductor no pudo recogerme en Madrid. Tenía miedo. Era un famoso conductor de Uber al que le dieran una paliza en el aeropuerto. Después de que la noticia saliera en la prensa se personaron en su casa a modo de, “sabemos donde vives y donde está tu familia”… Una versión extrema que no anecdótica de un corporativismo poco favorecedor de nuestro desarrollo económico, creo yo.

Como decía, mi experiencia en Uber es completamente diferente. Y por lo que me cuentan los conductores, también para ellos. He utilizado Uber en España, en UK, en Rusia… Este verano lo he hecho mucho en U.S.A. No ha habido un solo viaje en el que no le preguntara a los conductores que tal les iba. Aún estoy por obtener una respuesta negativa.

Y es que lo que se señala en el artículo como condicionantes que Uber impone resultan bastante moderados. ¿Cómo no van a exigir un dress code ? Es mínimo. Más que mínimo diría yo 😉 y de sentido común.

Por cierto, no es que Uber se reserve la modificación del precio de los viajes de forma arbitraria. Es verdad que el precio base lo marca la empresa pero este no se modifica de forma caprichosa cada mes. La mayor parte de las variaciones se producen según varíe la demanda. En momentos punta puede elevarse mucho. Un día en Londres tuve que buscar alternativas porque el precio se me hizo inalcanzable. Lo mismo me sucedió hace unas semanas en USA. Acabé cogiendo el autobús. Es el resultado de una demanda infinitamente superior a la oferta en un momento concreto. Una bendición para los conductores que están protegidos en otras cuestiones como la cancelación de sus viajes, algo que al modelo tradicional le resulta imposible de ofrecer.

Más allá de estas cuestiones y de otros problemas, que los tiene, todas las personas señalan dos factores fundamentales para trabajar con Uber y que Fabián menciona en el artículo: trabajo cuando quiero y me pagan puntualmente.

Estos son elementos clave para cualquier trabajador en el mundo. Pero en España de forma especial. Aquí eso es una ciencia ficción en la que ese trabajador (o trabajadora, el tema mujer y Uber, merecería un capítulo aparte como anticipa el video de más abajo) querría vivir permanentemente. No podemos olvidar que nos movemos en cifras record en cuanto a horas extras no pagadas.

Así que es momento (bueno, lo es desde 2014) de pedir de una vez por todas que se levante esta prohibición y nos dejen entrar en este nuevo modelo. No solo por una cuestión básica de libertad de mercado y derechos de los clientes. También por lo que Uber puede aportar en la lucha contra el desempleo y la desigualdad social, el primer problema de España según los ciudadanos. O por lo que pudo aportar desde ese año 2014. En cualquier caso deberíamos aprovechar todo el tiempo que podamos.

No va a solucionar nuestro problema, claro que no. Pero podría significar (pudo significar desde el 2014) una importante salida laboral para muchísimas personas que hoy no tienen ingresos pero tienen coche. Más de la mitad de las personas en desempleo no tiene prestación. Dos millones de ellas son paradas de larga duración muy alejadas del empleo. Eso que llamamos de baja ocupabilidad. No tengo el dato, pero apuesto a que un buen número de ellas podría disponer de un coche con el que completar los ingresos de un salario social o con el que, directamente, buscarse la vida. Y hacerlo cuando quiera /pueda.

Si esto sucediera estaríamos en condiciones de definir de qué tipo de trabajo estamos hablando, por cuenta ajena, por cuenta propia o de una nueva relación. Incluso podríamos hablar de la representación sindical que en el modelo actual es profundamente deficitaria.

Pero, como vengo diciendo, me temo que ese debate no será necesario. Como muchas otras veces en España, llegaremos tarde. Nos queda muy poco tiempo para aprovechar la oportunidad que Uber significa en términos de empleo.

Hemos tirado unos años preciosos debatiendo sobre su modelo, sobre su propuesta laboral y sobre el sexo de los ángeles. Y lo hemos hecho con tasas de desempleo superiores al 20% ¡ Ahí es nada ! Ahora, mientras los jueces consultan a Europa después de más de dos años de prohibición Uber anuncia que este mismo mes empieza las pruebas con coches autónomos Y esto es solo el principio. Su previsión es generalizar los servicios con coches autónomos en 2021 gracias a compañías como Ford. Estupendo.

Durante estos años un buen número de personas podrán buscarse la vida con Uber en distintos países. En España no. Eso si, habremos debatido un montón sobre un futuro que nunca se ha concretado.

Desde mi punto de vista lo sucedido con Uber muestra algunos de los problemas que tenemos para adaptarnos a la sociedad digital. La justicia y los poderes públicos en general, se mueven a ritmo de marmota, anteponemos intereses corporativos, políticos o personales a la innovación y a los cambios, no enfrentamos los problemas que nos son comunes, perdemos demasiado tiempo debatiendo y proponiendo sin tomar medidas concretas… Problemas profundos que exigen cambios importantes.

Ahora bien, en lo que refiere al empleo lo sucedido con Uber debería ser un buen ejemplo del que aprender. La cuestión vital del empleo en lo inmediato y en el futuro próximo reside en la automatización. Y en los efectos que ya está teniendo en el mercado de trabajo y en la sociedad.

Esta si es una cuestión que precisa de cierto debate. Digo cierto debate porque en realidad llevamos también mucho tiempo hablando sobre el tema. Hace un año que compartí el mismo video que figura más abajo y que muestra el problema del que hablamos. Un año sin ninguna medida que permita enfrentar el problema. Hablamos de medidas desde lo social y desde la política. La automatización dejará sin empleo a miles de personas de forma progresiva. Digámoslo claramente, en la sociedad digital la tecnología elimina más empleos de los que es capaz de crear.

El transporte es solo una de las actividades impactadas por ello. Quizá de las más visibles, con fechas más concretas y cifras más fácilmente identificables. Pero estamos ante un problema de mayores dimensiones que no puede esperar por respuestas. Como sociedad no estamos preparados para esto. Necesitamos medidas que enfrenten este complejo problema, de uno u otro tipo. Pero las necesitamos ya. Este es, a mi entender, nuestro problema más importante y urgente.

Nuevas opciones en intermediación laboral

HackajobMás de una vez he comentado aquí sobre la intermediación laboral en el nuevo escenario de la automatización y la economía digital. Considero que, como todas nuestras actividades, está impactada por una tecnología avanzada capaz de redefinir todo su ámbito, desde el cómo se hace o el para qué se hace hasta las nuevas necesidades y servicios que genera. Una redefinición que lo cambia todo, que exige nuevos o distintos profesionales y nuevos o distintos servicios.

En este sentido, desde hace un tiempo, empresas y organizaciones vienen presentando propuestas y servicios de lo más variado tratando de responder a esas nuevas demandas del entorno digital en la selección de personas.

Como he anticipado alguna que otra vez creo que, en este ámbito de los servicios de intermediación, es momento de introducir propuestas arriesgadas que no solo respondan a nuevas necesidades de las empresas y de otras organizaciones, también que aporten valor al proceso y a lo que esas empresas buscan. Cualquier otra alternativa que no sea esta, la de aportar valor, no podrá competir con la automatización.

En esta linea, siempre he tenido en mente la gamificiación, la cualificiación, la valoración social, el ejercicio práctico y cualquier otra propuesta que reduzca tiempos, permita un mejor ajuste entre empresas y candidatos y, sobre todo, permita a las empresas contar con elementos de valoración objetivos y útiles para satisfacer sus necesidades. Por eso me ha gustado mucho la propuesta de Hackajob, la idea que hoy quiero comentar.

Esta plataforma de empleo propone, a mayores de los clásicos servicios de intermediación que permiten a empresas y candidatos entrar en contacto, la realización de una prueba práctica. Se trata de un portal centrado en perfiles informáticos y, concretamente, de programación. A estos les propone un reto semanal de unos veinte minutos de duración en los que deben solucionar un problema de código o alguna acción similar que permite a los profesionales mostrar sus competencias. Los resultados se muestran en forma de tabla de calificación y permite a los responsables de selección contar con información específica, más allá de la que aportan los datos objetivos o estáticos. Es decir, con algo muy sencillo son capaces de realizar aportes de mucho interés:

  • Permiten ver la constancia de las personas y su implicación en la resolución de problemas.
  • Dependiendo de la prueba propuesta, permite conocer la competencia técnica, cuando menos una primera aproximación difícil de tener de otra forma.
  • Al centrar el criterio de selección en la competencia técnica permite relativizar el peso de datos objetivos y prejuicios (edad, origen étnico, experiencia…)
  • Las organizaciones pueden buscar con muy pocos criterios o, más bien, con uno solo, con el de quién es capaz de solucionar un problema de código en un lenguaje concreto.
  • Sirve para identificar profesionales de gran valía y con posibilidades de desarrollo, profesionales a los que les gusta lo que hacen y a los que les apasiona resolver retos.

Desde mi punto de vista una muy buena idea que yo utilizaría como organización y también como candidato. Aunque en este último caso siempre tendría de mano otras herramientas, de esas que empiezan a competir con Glassdoor y a superarla en prestaciones, como Comparably, una vuelta de tuerca para la imagen empleadora de una organización. Otro factor a tener muy muy en cuenta desde ya si la organización quiere contar con los mejores.

En definitiva, en todos los sentidos, un nuevo escenario…

 

Un mercado laboral sin muchas alegrías

EU2020-Infographic-TotalEmploymentRateHace unos días @yoriento publicaba un artículo en el que comparaba el actual mercado laboral con el que teníamos en España en 1986. Y es que en este 2016 se cumplen 30 años de la entrada de España en la CEE. Si, se llamaba CEE y eso ya da una idea del tiempo transcurrido.

En realidad él se hace la pregunta de cómo éramos y cómo somos. Pero yo me lo tomo en términos comparativos. Entre otras cosas porque no coincido con la conclusión, que tenemos un mercado de trabajo mejor. Me parece que tenemos un mercado diferente con problemas más serios que enfrentamos peor.

Es verdad que el aniversario de la entrada en lo que ahora es la Unión Europea permite realizar una visión con perspectiva. Pero el ejercicio comparativo no parece fácil. La Epa ha cambiado (fundamentalmente sus conceptos, con lo que comparar se hace complicado) y en aquel momento no se pusieron objetivos en el ámbito del mercado laboral, algo que si se estableció en la estrategia de Lisboa (indicadores incluidos) y que si permitiría una evaluación de lo conseguido. Aunque mejor no hacerla porque en ese caso las conclusiones son desalentadoras.  Se pretendía una tasa de empleo del 70% en 2010, algo realmente ambicioso pero que a finales del pasado año era una realidad para el conjunto de la UE y que varios países ( UK, Lituania, Suecia, Estonia…) superan. No es el caso de España.

Aunque nunca hemos logrado ni aproximarnos al objetivo ahora nos hemos puesto uno mucho más ambicioso, llegar al 74% en el 2020. El caso es que cerramos 2015 con un 62% de personas activas trabajando. Entre otras cosas, nos resulta muy complicado subir este porcentaje porque no somos capaces de generar empleo para las mujeres.

Con esto no quiero criticar el ejercicio de Alfonso. Solo, como anticipaba, mostrar mi discrepancia con la conclusión. Ni siquiera con sus datos. Como bien menciona, algunas cifras del mercado laboral español son realmente mejores. Por ejemplo, las que refieren al número total de personas que trabajan o al número de mujeres que se han incorporado a la actividad laboral (reconocida en cifras y cotización, trabajar y aportar lo han hecho siempre, obviamente). Pero es que ante esto, a mi, no me sale otra cosa que no sea ¡¡ Es que solo faltaría !! Si en el año 1986 comparara con 30 años antes, también apreciaría mejoras sustanciales, aunque sería un ejercicio más difícil por la falta de información. De 1956 lo que más se recuerda es el frío

Aún así echo de menos muchas cosas de aquellos años ochenta. Creo que en esa época se encaraba el futuro con ambición e ilusión y con objetivos comunes, cuando menos en lo social. Queríamos vivir mejor, con mejores trabajos y menos pobres, una huida de la pobreza y la ignorancia que nos viene caracterizando desde décadas atrás. Hasta ahora. En nuestros días parece que lo importante es decir que nos va bien y evitar problemas que, como los del mercado de trabajo, son de todos, nos afectan a todos.

El mercado laboral ahora no es mejor. Antes el trabajo era una garantía para salir de la pobreza o, dependiendo del caso, una garantía para que las personas pudieran realizar su proyecto de vida. Hoy no es así. El trabajo no garantiza salir de la pobreza y no permite la autonomía vital que todos buscamos y necesitamos. Para que un joven pueda independizarse debería ganar un 95,44% más de lo que cobra en la actualidad. Atención a la cifra. Hablamos de duplicar el sueldo. Una barrera inexistente décadas atrás, a pesar de que las tasas de desempleo fueran similares o que en este momento el número de jóvenes sea menor, algo que también es una muy mala noticia.

De la misma forma nos hemos convertido en el tercer país de la UE ( una organización mucho más amplia que la de aquel entonces ) en cuanto al número de trabajadores pobres (en cifras del Ine el 11,7% de los activos y el 14% según Cáritas). Un drama que a nadie parece importarle mientras navegamos por la borrachera de las tasas de desempleo que suben y bajan mensual o trimestralmente. Ese efecto alcohólico es el que debe estar detrás de que cuando nos acercamos a una tasa menor del 20% lo consideremos un éxito a celebrar.

A esto podemos sumarle que desde la reforma laboral de 2012 se ha incrementado la contratación a tiempo parcial y no hemos bajado la temporalidad, pero si la tasa de protección por desempleo. Con todo, lo que se dibuja es un escenario con más personas cotizando pero en el que se recauda menos.

Y no solo ha cambiado el mercado laboral, también las cifras y los indicadores que deberían importarnos, como el PIB. Si no aumenta el Pib no se genera empleo.

El problema en España es que aunque aumentamos nuestro Pib el empleo no crece, cuando menos de forma proporcional. Y esto debería llevarnos a concluir que en el mercado laboral tenemos problemas que no se reducen a la necesidad de crecimiento. Por no decir que podría llevarnos a concluir que el PIB ya no es un indicador válido pues está desvinculado del factor trabajo.

Así que vivimos un mercado laboral y una sociedad desigual  mientras miramos hacia otro lado, hacemos brindis al sol y reducimos los recursos para enfrentar la situación. En este sentido, volvemos a enfrentar la pobreza como hemos hecho hace muchos años, sin demasiados pasos adelante. Hasta las agencias de rating señalan que la pobreza de una población envejecida será el verdadero problema de España de aquí a 2050. Y, aunque la población cotizante aumentó, menos de dieciocho millones de personas, es claramente insuficiente, especialmente si, como decía en los párrafos anteriores, se recauda menos.

Tenemos un alto riesgo de pobreza en las personas de más edad y en los parados de larga duración, otro fenómeno imparable con unas medidas absolutamente desproporcionadas. Y no quiero profundizar en el fenómeno aquí, solo quiero señalarlo en su relación a la pobreza pues me parece que muestra muy bien a qué tipo de cambios nos enfrentamos en el mercado laboral y en la sociedad en general: automatización, cualificación, inestabilidad…

Así que no, no creo que podamos afirmar que tenemos un mercado de trabajo mejor. Y con esto no quiero ser pesimista. Todo lo contrario. Creo que ese afán de mejora que se vivió en otros momentos de la historia reciente de España partió del reconocimiento sincero de “quienes somos, dónde estamos y a dónde queremos ir”. Y me da la impresión de que en este momento esto no se da. Especialmente el plural inclusivo. No reconocemos qué es lo que debemos mejorar, a dónde podemos llegar y quienes lo vamos a hacer. Y eso que, desde mi punto de vista, está bastante más claro. Se trata de generar un mercado de trabajo competitivo, donde las personas puedan tener oportunidades conforme a sus méritos y de generar una sociedad que tome medidas inmediatas contra la pobreza, especialmente la de nuestros jóvenes y la de nuestros mayores. Pero esto no sucede porque también falta cierto compromiso social, algo que ha desaparecido. Nos mantenemos impávidos mientras no se enfrenta el principal problema de nuestra sociedad.

Un par de ejemplos rápidos. Uno de los principales problemas del desempleo es la cualificación, la formación. Pues bien, en mi ciudad, en Vigo, la ciudad con más desempleados de Galicia aún no se ha puesto en marcha ni una sola acción de formación dirigida a las personas desempleadas. Estamos en mayo y no pasa nada, a nadie parece importarle que lleguemos a pasar medio año sin hacer nada por mejorar la formación de las personas en búsqueda de empleo. Aunque en el 2015 no hubo convocatoria de planes de formación por parte del Ministerio y tampoco pasó nada. Así es como enfrentamos nuestros problemas. Se los dejamos a Telefónica o a Google, que proponen excelentes ideas pero, obviamente, insuficientes.

No, no todo sigue igual. Y no lo digo a modo de queja. Lo digo porque no solo no podemos congratularnos, debemos realizar cambios radicales ( y exigirlos a quienes tienen responsabilidades para hacerlos) que enfrenten estos problemas, problemas realmente complejos y de dimensiones importantes.

Acabo volviendo a Europa, a esos 30 años que llevamos en la UE. Yo si quiero estar en Europa. El problema es si yo me reconozco en la Europa que dibujamos entre todos. Y no, en muchos momento no me reconozco. Ni me reconozco a mi ni reconozco a la vieja Europa. Es más, no sé dónde está.