Orientación laboral, empleo e inclusión digital

Marcela Jaramillo Bajo licencia Creative Commons

Lectura, escritura y competencias digitales

La inclusión digital, tanto desde la perspectiva de empleo como en términos generales, es una cuestión que me preocupa de forma especial. Desde mi punto de vista carecer de competencias digitales provoca la misma exclusión que en su momento marcaba el hecho de saber leer y escribir.

Cualquiera se da cuenta de lo que entonces suponía (también ahora), saber leer y escribir. Durante todo el siglo XX ( y aún en nuestros días en muchos lugares del mundo y en nuestro entorno) no saber leer y escribir era una condena absoluta. Una condena en términos de empleo, en términos de desarrollo personal y fundamentalmente para el ejercicio de los derechos más básicos. Quien no sabe leer y escribir, incluso quien no sabe interpretar lo leído o expresarse mínimamente, tiene menos oportunidades y es fácilmente manipulable.

Estas cuestiones nos resultan hoy en día obvias. Pues bien, llevadas a las competencias digitales son prácticamente las mismas. Aunque sigue habiendo muchas personas que no lo reconocen así, la realidad, especialmente tras el impacto del Covid, nos muestra que no poder acceder a internet o no saber cómo hacerlo, nos deja fuera del ejercicio de derechos y nos convierte en más manipulables.

Empleo y digitalización

En el terreno del empleo esto también es una obviedad. Los procesos de selección han venido digitalizándose poco a poco para acabar haciéndolo de repente tras el confinamiento. Un fenómeno repentino que ha provocado que muchas personas se encuentren de un día para otro fuera de las posibilidades de búsqueda de empleo. 

Hasta ahora aún quedaban algunos lugares a los que acudir con un CV en papel. Alguna que otra ETT aún lo recogía haciéndote firmar un documento sobre datos personales. Algún que otro comercio o pequeño negocio también lo recogía. Incluso había quien afirmaba que lo mejor es “poder hablar y conocernos en persona”. Todos esos resquicios que el mercado laboral dejaba, fundamentalmente en el ámbito del empleo poco cualificado, han desaparecido. Hoy esas situaciones son anécdotas, opciones que prácticamente no existen.

Desde la orientación laboral llevamos mucho tiempo enfrentándonos a esta realidad, a la de personas que no pueden y/o no saben sobrevivir a este escenario de búsqueda de empleo. Las acompañamos tratando de aportar en todo lo relacionado con lo digital, tanto en nuestros talleres como de forma individual. De hecho hay algunas propuestas muy destacables. Pero, con todo, creo que será necesario poner en marcha medidas que permitan incorporar a las personas a la sociedad digital lo más rápidamente posible.

Propuestas

En esta linea hace ya mucho tiempo que vengo proponiendo tres medidas concretas. Van desde el ámbito propio de las políticas de empleo hasta un punto de vista más generalista o social:

1º) Todos los programas de empleo y orientación deben contar con contenidos digitales.

Contenido digital no solo es que podamos dar nuestros servicios online. De lo que se trata es de que cada persona pueda avanzar en sus competencias digitales en la medida en que participa en un programa de empleo o utiliza un servicio de orientación laboral. En unos casos, el objetivo será que salga del proceso con un correo electrónico o que salga sabiendo gestionar el que ya tenía. En otros será que utilice un Excel o un procesador de textos en su propia búsqueda de empleo. En muchos otros casos que nos sumemos al manejo de información en la nube y que contemos con una identidad digital. Es decir, los contenidos digitales en la práctica de la orientación laboral significan mejorar o completar las competencias digitales de cada persona según su situación y necesidades.

2º) En todos los programas deben incorporarse posibilidades de acceso a la red.

Esto pude hacerse mediante una dotación física (un aula o espacio similar con wifi) o facilitando tarjetas de datos de prepago, pagando wifi…

La cuestión del acceso desde un lugar físico se ha complicado bastante por el impacto de la pandemia. Estamos obligados a ofrecer servicios de acceso físico con una serie de condiciones que antes no eran del todo precisas: condiciones de amplitud, de distancia de seguridad y de ventilación. En cualquier caso, aún es posible que espacios de acceso físico puedan resultar de utilidad a muchas personas.

La otra alternativa, la de ofrecer pagos de wifi o tarjetas para dispositivos o incluso los dispositivos en términos de préstamo, parecen más válidas y necesarias en este momento

Cuando comento estas opciones hay quien piensa de inmediato en el coste. Pero esta no es una variable importante. Primero porque el coste de la falta de inclusión digital o el de que la pandemia siga impactando porque necesitemos actividades presenciales es infinitamente mayor. Segundo, porque en los proyectos de formación no es nada raro que se gaste dinero en blocs, bolígrafos, carpetas y otros elementos publicitarios como paraguas. Sí, parece increíble, pero esto sigue sucediendo.

3º) El acceso a la red debe considerarse como un derecho fundamental.

De esta forma, tal y como entendemos la vivienda, la educación o el trabajo, podemos pedir a la administración políticas que faciliten el derecho a la red de los ciudadanos. Y voy más allá. Todos los edificios, barrios, parroquias o en la dimensión que quiera considerarse, deben contar con posibilidad de acceso wifi gratuito. Si yo en mi vivienda quiero pagar por ese servicio o por uno mejor, podría hacerlo. Pero todo el mundo debería tener posibilidad de acceso wifi gratuito en cualquier vivienda, sea en el rural o en una ciudad.

Pueden hacerse más propuestas pero estas me parecen fundamentales. No podemos hablar de empleo si no hablamos de inclusión, y en este momento de inclusión digital. Es también nuestra obligación, creo yo, contribuir desde la orientación laboral y la promoción del empleo a generar una sociedad más inclusiva y menos desigual.

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